La Galería de las Grutas, también conocida como La Lonja o Grutas de Felipe II, es un pabellón de origen renacentista, situado en la Casa de Campo, un antiguo Real Sitio que hoy día constituye el mayor parque público de la ciudad de Madrid (España). Fue realizada en el siglo XVI por encargo del rey Felipe II, como un elemento paisajístico y recreativo de los desaparecidos jardines de El Reservado, en la línea de las grutas artificiales decoradas que proliferaron durante el Renacimiento. Se trata del ejemplo de mayor relevancia artística de este tipo de construcciones del Renacimiento español.
El conjunto se encuentra protegido desde 2010, dentro de la declaración de la Casa de Campo como Bien de Interés Cultural, aprobada por la Comunidad de Madrid. Se conserva parcialmente y en mal estado.
La galería se comenzó en 1567, cinco años después de que Felipe II se hiciera con la propiedad de la Casa de Campo de los Vargas, alrededor de la cual creó un entramado de jardines, bosques y huertas, a partir de un plan paisajístico ideado por Juan Bautista de Toledo. Es muy posible que el citado arquitecto fuera también quien diseñara las grutas.
En la construcción del pabellón intervino un equipo de ingenieros y artistas de procedencia italiana, entre quienes se encontraban Juan Antonio Sormano, Juan Bautista Bonanome y Jerónimo Carruba. Los dos primeros se responsabilizaron de las ornamentaciones, incluidas las escultóricas, mientras que el tercero se hizo cargo de las fuentes que se instalaron en el interior del edificio.
En el siglo XVIII fueron levantadas unas viviendas sobre las cubiertas de las grutas, que se destinaron a los guardias y jardineros del antiguo Real Sitio. Estos inmuebles fueron demolidos a principios del siglo siguiente, cuando el rey José I Bonaparte (r. 1808-1813) optó por establecer su residencia en la Casa de Campo, seguramente porque entendía que podían afectar a su seguridad.
Una parte de la galería se derrumbó posteriormente. Sobre sus restos, en el extremo meridional, el arquitecto José Segundo de Lema edificó en 1876 un puesto de guardia de inspiración historicista, que todavía se mantiene en pie, junto a la Puerta del Reservado Grande (o Puerta del Castaño).
Entre 2007 y 2010 se procedió a su excavación arqueológica, gracias a la cual han podido documentarse aspectos como el trazado original, las características constructivas o el funcionamiento de los dispositivos hidráulicos. En 2009 se hicieron obras de consolidación estructural, que se centraron especialmente en las bóvedas, uno de los elementos más deteriorados. Durante estos trabajos fue levantada una techumbre de madera, que cubre en la actualidad todo el conjunto, para protegerlo de las inclemencias meteorológicas.
En 2010 la Comunidad de Madrid declaró la Casa de Campo Bien de Interés Cultural. En esta declaración se contempla que el pabellón tendrá, junto con el Palacio de los Vargas, "un uso característico cultural y/o museológico, ligado preferentemente a hechos o actividades relacionados con el Sitio Histórico".
En 2014 la grutas renacentistas se inundaron, lo que alertó a ciertos círculos políticos y sociales sobre su estado de conservación.
Construida aprovechando las diferencias de rasante, a modo de terraplén, la Galería de las Grutas facilitaba la transición paisajística entre las trazas formalistas del desaparecido jardín de El Reservado y el sotobosque situado en el nivel superior, a través de los cuales se accedía a la zona de los estanques.
Se trataba de un espacio rectangular, de unos 30 metros de anchura y más de 7 metros de alto, de planta biabsidial y cubierto con tejados de pizarra. Estaba integrado por cinco tramos abovedados, que se organizaban estructuralmente con un sistema de soportes propio. Los dos laterales se sujetaban con pilares, mientras que los tres intermedios descansaban sobre columnas de orden toscano.
La cara oriental se abría a los jardines por medio de cinco grandes portadas, formadas a partir de arcos rebajados y acompañadas, en algunos casos, de accesos menores, resueltos en medio punto. En su flanco occidental, el edificio se adentraba en la tierra, simulando una cueva, hasta topar con los muros ciegos que lo delimitaban por esta parte.
El tramo central tenía una mayor complejidad constructiva, ya que formaba eje con la fachada oeste de la casa-palacio. Incorporaba una exedra poligonal, en cuyo fondo se disponía un paso escalonado que conducía hasta el sotobosque.
Todo el interior estaba profusamente decorado con ornamentaciones que recreaban e idealizaban el aspecto de los abrigos y cuevas naturales. Los materiales utilizados eran muy diversos e incluso se empleaban elementos marinos, tales como corales, conchas, caracolas o caparazones de tortuga, además de restos de ladrillos y cristales, con los que se confeccionaban mosaicos.
Las piezas eran incrustadas sobre estuco y, en medio de ellas, se distribuían varios conductos hidráulicos, que, convenientemente disimulados, permitían crear manantiales, cascadas y juegos de agua. Se tiene conocimiento de una fuente de coral, obra del artista siciliano Nicolás de Aragona.
Cada tramo estaba tematizado y recibía un nombre específico que aludía al asunto sobre el que versaba, al tipo de ornato o a su funcionalidad. Entre los recintos de los que se tiene constancia documental, cabe señalar los siguientes:
De los cinco tramos con los que el pabellón fue concebido, solo se mantienen en pie dos y parte de un tercero, que se sitúan en la parte más septentrional. No queda nada de su decoración interior. Su estado de conservación es precario.
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