Ernesto Giménez Caballero cumple los años el 2 de agosto.
Ernesto Giménez Caballero nació el día 2 de agosto de 1899.
La edad actual es 125 años. Ernesto Giménez Caballero cumplió 125 años el 2 de agosto de este año.
Ernesto Giménez Caballero es del signo de Leo.
Ernesto Giménez Caballero nació en Madrid.
Ernesto Giménez Caballero (Madrid, 2 de agosto de 1899-Ibíd., 14 de mayo de 1988) fue un escritor, intelectual y diplomático español, destacado representante del vanguardismo, prosista de la generación del 27 e introductor del fascismo en España.
Nació en Madrid el 2 de agosto de 1899 en la calle del Duque de Rivas, 7, en el castizo barrio de La Latina. Su padre había comenzado su andadura vital como modesto empleado de un comercio de ultramarinos, del que pasó a tenedor de libros en una papelería. Consiguió hacerse con su propiedad, instaló una minerva para hacer tarjetas y sentó las bases de un próspero negocio en el mundo empresarial de las artes gráficas: una tienda de material de escritorio en la calle Huertas; 16, una imprenta en la calle de Canarias, 41, y una fábrica de papel en Cegama (Guipúzcoa), integrada en la empresa La Papelera Española, dirigida por Nicolás María de Urgoiti, que llegó a controlar el mercado del papel en la primera mitad del siglo xx en condiciones de oligopolio.
Ernesto Giménez Caballero hizo el bachillerato en el Instituto de San Isidro. Cursó la licenciatura de Filosofía y Letras en la Universidad Central e inició el doctorado (que no culminaría hasta los años cuarenta). Entre sus maestros en la Universidad se contaron Américo Castro, Miguel Asín Palacios, García Morente, Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, Besteiro y Julio Cejador. En sus años universitarios militó en un Grupo de Estudiantes Socialistas, algunos de cuyos integrantes estuvieron inmediatamente después en la fundación del PCE. Sus primeros escarceos literarios aparecieron en la revista de carácter universitario Filosofía y Letras, dirigida, de hecho, por otro aventajado estudiante, Pedro Sainz Rodríguez. Colaboró fugazmente en el Centro de Estudios Históricos y por recomendación de Américo Castro, en 1920, recién acabada la Gran Guerra, inauguró el puesto de lector de español en la Universidad de Estrasburgo, como ayudante del romanista Eugen Kohler.
Más tarde, en 1935, ganaría la cátedra de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, con un tribunal presidido por Unamuno. Fue también profesor de Literatura en la Escuela Oficial de Periodismo —fundada por su amigo Juan Aparicio— y ejerció durante varios años como diplomático (agregado cultural, primero, y embajador, después) en Iberoamérica.
En 1923 publica su primer libro: Notas marruecas de un soldado, donde narra sus impresiones y experiencias personales en la guerra de África. Editado por él mismo en la imprenta paterna, le reveló súbitamente al público, no solo por sus méritos literarios, sino por su fuerte contenido crítico frente a la actuación política y militar española en el protectorado. Por esa razón, le fue incoado un proceso militar por injurias al Ejército e incitación a la sedición. El libro fue ampliamente comentado por destacados intelectuales del país. Siempre tuvo a gala recordar que en sus páginas había reclamado, por vez primera en España, la asociación con fines políticos de los excombatientes de la guerra de Marruecos. Tras el pronunciamiento del general Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923, su causa fue sobreseída y pudo regresar a la Universidad de Estrasburgo, donde desempeñó un segundo curso como lector de español. Allí conoció a quien sería su mujer, la italiana Edith Sironi, hermana del cónsul italiano en la ciudad. Desde la ciudad alsaciana se abrió un hueco en la vida periodística con las colaboraciones que enviaba al diario madrileño La Libertad, dirigido por Luis de Oteyza. Y nada más retornado a España, al terminar el curso 1923-1924, introduciéndose en el selecto círculo orteguiano que contaba con medios tan prestigiosos como el diario El Sol y la Revista de Occidente.
Animador de la vida intelectual de la segunda mitad de la década de 1920, fue un impulsor de las vanguardias artísticas en España, tanto en la órbita del futurismo, influido por Marinetti sobre todo, como del surrealismo. A juzgar por la frenética actividad que desplegó en esos años, Juan Manuel Bonet lo ha calificado como «el hombre orquesta de nuestras vanguardias históricas». Su empresa más ambiciosa en ese campo fue la fundación y dirección de La Gaceta Literaria en 1927, revista quincenal que congregó a las tres generaciones activas en la vida artística de los años veinte —la del 98, la del 14 y la suya, la generación del 27— y que logró prolongar su existencia hasta mayo de 1932. Seis de sus últimos números aparecieron bajo el rótulo de El Robinsón literario de España, redactados íntegramente por él. Vocal de la Unión Ibero-Americana, dirigió la sección literaria de la Revista de las Españas.
Además de su labor crítica y organizativa, su contribución a la literatura específicamente vanguardista tiene uno de sus hitos en el libro Yo, inspector de alcantarillas (1928), acaso la primera publicación de relatos surrealistas en España.Luis Buñuel) y realizó varios cortometrajes, como Esencia de verbena y Noticiario del Cineclub (ambos en 1930) además de Los judíos de patria española (1931), El artesanado de Barcelona (1931) y La sustitución de la enseñanza religiosa en España (1932). Destacó asimismo como creador de unos «Carteles literarios» de corte futurista que firmó con el seudónimo Gecé.
Otras obras de vanguardia fueron Los toros, las castañuelas y la Virgen (1927); Hércules jugando a los dados (1928); Julepe de menta (1929), y Trabalenguas sobre España (1931). También se interesó por el cine, fundó el primer Cineclub en España (con la colaboración deGiménez Caballero fue promotor intelectual del filosefardismo cultural y publicó en La Gaceta Literaria diversas columnas prosefardíes. Su filosefardismo —no exento de contradicciones— no impidió el afloramiento de ideas antisemitas en Gecé, en particular una vez afinado su romanismo fascista.
Giménez Caballero fue también uno de los primeros intelectuales españoles en abrazar abiertamente las ideas fascistas, de las que se consideraba el «precursor hispanida». Hizo explícita ya su adhesión al fascismo en la etapa italiana de su «circuito imperial» de 1928; y el 15 de febrero de 1929 publicó la «Carta a un compañero de la Joven España», como prólogo a una traducción de textos de Curzio Malaparte, que ha sido reconocido como el primer manifiesto intelectual del fascismo español. Formalmente era la contestación a una carta que le había enviado el lector de español en la Universidad de Göteborg Ramón Iglesia Parga, donde entre otras cosas le decía: «Estoy atravesando la crisis del lector, españolizándome y sintiéndome cada vez más desinteresado de lo que no es español. Está aquí de lector de italiano Ercole Reggio, discípulo de Giovanni Gentile [...] Me está saturando de fascismo de buena ley. ¿No puede La Gaceta Literaria empujar en este movimiento de Sur contra Norte?»
El 22 de octubre de 1930 tuvo la que habría de ser su primera entrevista con Mussolini. «Se llegó a ella merced a la solicitud en tal sentido de Bottai y tras ser salvado —con una información favorable de la embajada de Madrid— el obstáculo que suponía su carácter de colaborador en El Sol, periódico que se tenía en Roma por poco favorable a Italia».
Colaboró con Ramiro Ledesma Ramos en la creación del semanario La Conquista del Estado en marzo de 1931 y —un mes antes— en la firma del manifiesto del mismo título que lo precedió. No obstante, se separó del periódico al llegar la Segunda República, colaborando únicamente en sus cuatro primeros números. Desde 1932 mantuvo una relación política muy estrecha con el embajador italiano en Madrid, Raffaele Guariglia, e intervino como «claro introductor» del mismo en la iniciativa de publicación del semanario El Fascio, en marzo de 1933. Dirigido por Delgado Barreto, solo pudo salir un primer número de la publicación ante la censura gubernamental, que ordenó su recogida. En El Fascio, la contribución escrita de Giménez Caballero consistió en un esbozo de programa político titulado «Puntos de partida» (publicado sin firma, pág. 3), el artículo «Primacía del trabajo. El sentido social del fascismo» (pág. 10) y una reproducción de la semblanza de duce italiano —que había publicado el año anterior en Genio de España— con el título «Los creadores del fascismo. El genio romano de Benito Mussolini» (págs. 9-10). Su vinculación con la Italia fascista le llevó a publicar regularmente en su aparato de prensa, además de recibir del régimen de Mussolini los fondos para publicar La nueva catolicidad, el encargo de dirigir los Comités de Acción para la Universalidad de Roma (CAUR) y, según algunos autores, un sueldo durante varios años a través de su embajada en Madrid.
A Giménez Caballero se le ha llegado a atribuir un papel pionero en la elaboración de una «leyenda negra» en torno a la figura del político republicano Manuel Azaña en la obra Manuel Azaña: Profecías españolas (1932), a través de la lectura fragmentaria, equívoca y descontextualizada de la obra literaria del político, mediante la aplicación de ideas paracientíficas de psicopatología fisonómica y «psicografía» freudiana y el recurso a una descripción caricaturesca y deformada del biografiado.
Integrado en las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, fue partidario en febrero de 1934 de su unificación con Falange Española, partido fundado por José Antonio Primo de Rivera en el otoño de 1933. En diciembre de 1934 acudió como representante de la nueva formación al congreso de grupos fascistas celebrado en Montreux, donde negoció la ayuda económica que el régimen de Mussolini aportaría a Falange (50 000 liras mensuales). Finalmente, descontento con la estrategia marcada por Primo de Rivera al movimiento falangista, se apartó del partido con la crisis de enero de 1935 y se lanzó a la creación del Partido Económico Patronal Español (P.E.P.E.) a la vez que se acercaba al grupo de Acción Española, en cuya revista colaboró. El 7 de febrero de 1935 la plana mayor de Acción Española le ofrecía un banquete en homenaje por su reciente éxito en la oposiciones a cátedra.
Vinculado también a Juan March, colaboró en el diario Informaciones, propiedad de este último. Se presentó como independiente en la candidatura del Frente Contrarrevolucionario para las elecciones de febrero de 1936 por la circunscripción de Madrid (capital), en una campaña financiada también por el magnate mallorquín, sin llegar a conseguir el acta de diputado.
Poseedor de un estilo vibrante y exaltado, fue uno de los ideólogos más excéntricos del fascismo español. Intentó desarrollar un pensamiento de cariz fascista presentado como alternativa al liberalismo y a la experiencia revolucionaria soviética, donde España —históricamente «brazo diestro de Roma»— trascendiese tanto el materialismo socialista de signo oriental como las doctrinas individualistas occidentales.
Aunque renuente a utilizar el término fascismo en la década de los veinte, su pensamiento se irá decantando hacia un fascismo panlatino que siente las bases para un fuerte nacionalismo español, en obras como Genio de España (1932) —su libro más difundido y reeditado— o La nueva catolicidad (1933). (Un ejemplar de esta obra, con la dedicatoria de su autor, figura entre los libros conservados de la biblioteca de Adolf Hitler con el exlibris del dictador). Con Arte y Estado (1935), su última obra importante anterior a la guerra, pretendió construir una estética fascista desde la perspectiva española.
El estallido de la sublevación militar de julio de 1936 le sorprendió en Madrid. Huyendo de la represión revolucionaria, buscó refugio en distintos lugares; su vivienda fue objeto de registros, y a mediados de octubre consiguió evadirse rocambolescamente de la zona republicana con una identidad falsa y teñido de rubio. Marchó a Italia, donde se entrevistó con Mussolini, y de allí, a principios de noviembre, se presentó en Salamanca. El general Franco lo puso a las órdenes del general Millán-Astray para que organizase el rudimentario aparato de propaganda dependiente del Cuartel General. El nuevo organismo propagandístico se instaló —en precarias condiciones— en el palacio de Anaya.
Desde su incorporación al territorio sublevado, en los primeros meses de la Guerra Civil, defendió la unificación del falangismo con el carlismo. En ese sentido, escribió el borrador del discurso pronunciado por Franco ante el micrófono de Radio Nacional, desde el Cuartel General, la noche del 18 de abril de 1937, anunciando la unificación bajo su mando de las fuerzas políticas operantes en la zona nacional. El texto fue objeto de leves retoques debidos a Ramón Serrano Suñer, quien fue a su vez el autor del Decreto de Unificación, promulgado al día siguiente. Giménez Caballero fue nombrado vocal del Secretariado Político del nuevo partido unificado, FET y de las JONS, y en octubre de 1937 miembro del Consejo Nacional. Mal visto por los falangistas pretendidamente auténticos (que no le perdonaban sus veleidades políticas y sus discrepancias con José Antonio), se hizo alférez provisional y fundó el periódico del frente Los combatientes, que redactaba prácticamente en solitario. También colaboró en las dos revistas de mayores pretensiones que se editaron en la zona sublevada: Jerarquía —subtitulada «Revista negra de la Falange», dirigida en Pamplona por el sacerdote falangista Fermín Yzurdiaga— y Vértice, la «Revista Nacional de la Falange», editada con todo lujo en San Sebastián a partir de abril de 1937, bajo la dirección —en una primera época— de Manuel Halcón. Colaboró, además, en prácticamente la totalidad de la prensa publicada en la zona sublevada. Consumada la victoria franquista, a mediados de mayo de 1939 visitaba el campo de concentración de Albatera, donde dirigió un discurso a los prisioneros republicanos en el que constataba:
Tras la Guerra Civil, se reintegró a su cátedra del instituto Cardenal Cisneros. Inició una ambiciosa obra pedagógica con la publicación en 1940 de Lengua y Literatura de España y su Imperio, primer volumen de un conjunto de siete (a partir del segundo suprimió del título la coletilla «y su Imperio») que culminó en 1953; la complementó con una serie de publicaciones temáticas auxiliares. Prosiguió su obra propagandística y ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial se mostró como un ardoroso partidario de la intervención de España al lado de las potencias del Eje. El 4 de julio de 1941 se ofreció como voluntario para la División Azul, aunque no llegó a enrolarse. Fue invitado como representante español en el Europäische Schriftsteller-Vereinigung [Congreso de Escritores Europeos], celebrado en Weimar en octubre de 1941. Volvió a Alemania en diciembre y planteó su excentricidad más célebre: a través de Magda Goebbels, hizo llegar a su marido, el ministro de propaganda Joseph Goebbels, la conveniencia de acordar del matrimonio de Adolf Hitler con la española Pilar Primo de Rivera, una boda que supondría «la renovación de una nueva Dinastía hispano-austríaca». Encargó la traducción de su Genio de España al alemán, pero no consiguió finalmente que llegara a editarse. En abril de 1943 tomó parte en la delegación internacional que se desplazó a la URSS invadida por los alemanes para determinar la responsabilidad soviética en la matanza de oficiales polacos del bosque de Katyn.
Fue procurador en las Cortes franquistas, ininterrumpidamente, en las sucesivas legislaturas desde su creación en 1943 (en su condición de consejero nacional de FET y de las JONS) hasta la legislatura de 1955-1958, por designación del jefe del Estado.
En 1947, con sus alumnos de la Escuela oficial de Periodismo, fundó la tertulia del Antiguo Café de Levante, en la Puerta del Sol, donde editó el periódico oral (y en ocasiones impreso) ¡Levante! y reivindicó a los libertadores hispanoamericanos y a Rubén Darío, como «libertador de libertadores».
Pero su acción política, forzado por las circunstancias, hubo de verse orientada al terreno diplomático. En 1948 visitó por vez primera los países de Iberoamérica. En 1954 ocupó la agregaduría cultural en la embajada española en Paraguay, posteriormente en Brasil y, finalmente, en 1958 fue nombrado embajador en Paraguay, cargo en el que se mantuvo hasta su retiro en 1970. Regresado a España a principios de los años setenta, colaboró asiduamente en la prensa nacional y reanudó su carrera literaria, alternándola con la reedición de varios de sus libros anteriores a 1936.
En 1979 publicó Memorias de un dictador, libro no exento de polémica que le devolvió cierta notoriedad cuando estaba casi olvidado en el mundo de las letras. A ese fugaz renacer contribuyó no poco la reimpresión facsímil en 1980 de La Gaceta Literaria a cargo de la editorial española Turner y Topos Verlag, de Vaduz, Liechtenstein. En 1985, por último, obtuvo el Premio Espejo de España de la editorial Planeta, por su obra Retratos españoles (bastante parecidos), ex aequo con Emilio Romero, con su libro Tragicomedia de España.
Murió en Madrid, en su vivienda de El Viso, a la edad de ochenta y ocho años, y está enterrado en el panteón familiar de la Sacramental de San Isidro. Dejó inédito su último libro: Bolívar ante España (y sus autonomías).
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