La torre del Miguelete es la torre campanario de la catedral de Valencia, España. Se conoce como El Miguelete o Torre del Micalet en valenciano. La construcción de la torre se inicia en 1381 y finaliza en 1429. Por su complejidad y largos años de construcción, fue dirigida sucesivamente por varios maestros de obra; siendo el primero Andrés Juliá, desde 1381. Otros fueron José Franch (1396), Pedro Balaguer (1414, constructor de las Torres de Serranos); hasta Martín Llobet (1425), el último de los arquitectos que intervino en la construcción. Posteriormente se añadió la espadaña (1660-1736).
El Miguelete es una torre de estilo gótico valenciano, tiene 51 m. de altura hasta la terraza, los mismos que mide su perímetro, y 63 m. en total. Tiene forma de prisma octogonal y posee 214 escalones.
Durante muchos siglos fue llamado «Campanar Nuevo» o «Campanar de la Catedral», para diferenciarlo del «Campanar Viejo», una torre de planta cuadrada y factura románica, ubicada en la calle de la Barchilla, y de cuyos muros quedan escasos restos.
Poco a poco fue transformándose su nombre en «Torre del Miguelete» por la gran campana de las horas, que ha servido para denominar por metonimia al conjunto.
Originalmente era una torre exenta, unida a la Catedral a finales del siglo XV al prolongarse la nave central. Tiene acceso por una portada angular adornada con arquivoltas y un paso cubierto con curiosas voltas nervadas. La torre, de planta octogonal, mide 50,85 m, siendo su perímetro igual a su altura, sobriamente decorada en el exterior por los prismáticos contrafuertes de las aristas y las finas molduras que señalan los diferentes niveles de los pisos.
El primer cuerpo es macizo, dejando solo el hueco helicoidal de la escalera; el segundo cuerpo tiene un recinto abovedado, que es la antigua "Prisión" o Asilo de la Catedral con un solo ventanal exterior; el tercer cuerpo es la "Casa del Campanero", otro recinto abovedado parecido al anterior aunque más grande y con dos ventanales. El piso superior es la sala de campanas abierta por 8 ventanales, 7 de ellos ocupados por las campanas. El octavo corresponde a la escalera de caracol, que a partir de aquí se hace más angosta.
En 1425 ya estaba concluida la torre hasta la terraza, no prosperando el proyecto de aguja concebido por Antonio Dalmau, y que se conserva en el Museo Histórico Municipal de Valencia.
La campana de las horas colgaba de una estructura de madera, ubicada sobre pilares de piedra, similar a la existente en muchos otros campanarios de la Corona de Aragón. La espadaña actual es un aditamento construido entre 1660 y 1736. La terraza tenía una elegante crestería calada o "apitrador" que le servía de corona y que fue arrasada en el siglo XVIII, siendo sustituida primero por una barandilla de madera y en el siglo XIX por una barandilla metálica hasta la restauración de 1983, realizada sin respetar los testigos arqueológicos conservados hasta aquel momento en la misma terraza, y que ahora se encuentran expuestos en la Casa del Campanero.
El último campanero que vivió en la Casa del Campanero fue Mariano Folch, que estuvo a cargo de las campanas más de sesenta años y que falleció hacia 1905.
En 1940 se había alterado el conjunto original de once campanas (seis pequeñas y cinco grandes) con el añadido de Eloy, una campana procedente del campanar de Santa Catalina, que en aquel momento estuvo a punto de convertirse en un icono en medio de una prolongada Avenida de la Paz. La entrada de esta campana, muy sonora, modificó los toques y la sonoridad del conjunto.
La sala de campanas no se modificó hasta la electrificación de las campanas, que supuso la desaparición de las puertas de madera, de los yugos sustituidos, de las matracas y de la gran viga de la cual colgaban las dos tiples o campanas menores. Si el toque tradicional de fiesta de las campanas de la Catedral consistía en el volteo de las cinco campanas mayores, utilizando las otras para los repiques, los toques de muerto y excepcionalmente para algún acontecimiento extraordinario, la electrificación, realizada por la empresa de los Hermanos Roses, de Adzaneta de Albaida, sin consideración de las características originales, consistió en la mecanización de seis campanas: dos tiples, una de las medianas, Bárbara, y las tres menores de las grandes (Vicente, Andrés y Jaime). El solemne volteo de las cinco campanas mayores de la Catedral se había convertido en un toque de parroquia cualquiera, con campanas pequeñas, medianas y grandes. La mecanización se realizó como un proceso irreversible, que tenía dos consecuencias perversas: por limitaciones de la tecnología del momento, ni los mecanismos reproducían la rica variedad de los toques locales, ni las instalaciones permitían el toque manual.
Afortunadamente las limitaciones presupuestarias permitieron solamente la mecanización de seis de las doce campanas existentes por aquel entonces. Por tanto permanecieron en su lugar otras seis con toda su instalación original. No obstante la inconveniencia del proceso quedó evidente cuando los futuros miembros del Gremio de Campaneros de Valencia recibieron el encargo de tocar en 1988 para la procesión del Corpus Christi: tres de las seis campanas con instalación original no podían voltear porque las nuevas instalaciones, que no habían contado con esta posibilidad, lo impedían: la palanca de Narciso tropezaba con la caja de contactores eléctricos; junto a Catalina había una viga de hierro, utilizada para subir y bajar herramientas; la nueva reja de hierro puesta en las ventanas en sustitución de las puertas de madera tropezaba con María, la campana mayor, de manera que cuando comenzó a oscilar se quedó detenida horizontalmente y fue preciso serrar un centímetro escaso de los herrajes para que la campana volviese a su lugar original.
Finalmente, Vicente tenía el yugo metálico partido por la mitad, y no podía voltear, ni mecánica ni manualmente.
El largo proceso continuado de restauración y mantenimiento de las campanas, de las instalaciones y del conjunto del Campanar llevado adelante primero por el Gremio de Campaneros Valencianos y ahora por sus sucesores los Campaneros de la Catedral de Valencia ha permitido que, mediante diversas fuentes de financiación (desde subvenciones directas de la Generalidad Valenciana o el Ayuntamiento de Valencia hasta una línea anual del Ayuntamiento, como contrapartida por el toque de las campanas para las fiestas de la ciudad) se hayan invertido más de 120 000 € en los trabajos.
Los seis yugos de hierro de las campanas mecanizadas fueron sustituidos por los correspondientes yugos de madera; se repusieron las ventanas de madera que hacen de caja acústica, así como las matracas; se ha puesto la tarima de tocar a otra altura más segura para los campaneros y que permite además ver mejor su trabajo; las salas han sido dotadas de nueva instalación eléctrica y de nuevas rejas que permiten contemplar el interior aunque estén cerradas.
También se han renovado por dos veces los mecanismos electrónicos para los toques diarios y automáticos, debido a la evolución rapidísima de la tecnología. El 25 de diciembre de 2014 la campana Jaume padecía un grave incidente que no ha sido investigado y para la recuperación de la campana se optó por un sistema destructivo, invasivo e irreversible, consistente en serrar las asas y taladrar la corona mutilando así la campana.
La Catedral de Valencia cuenta con tres conjuntos de campanas, diferenciados por su uso, y ubicados por tanto en lugares diferentes. El Campanar, y sobre todo el conjunto de campanas, se encuentran en estado inmediato de funcionamiento.
Sobre la cubierta del cimborrio, se encuentra la antigua campana de señales que está ahora en desuso.
En la espadaña del Campanar están las dos campanas del reloj: la de los cuartos, de 1736 y el Miguelete, destinada exclusivamente a tocar las horas. Esta última da nombre a la torre y es la mayor que se usó en toda la Corona de Aragón; se fundió por primera vez tras acuerdo de 1418 y tuvo que ser refundida en varias ocasiones: en 1465, 1484 y 1521, hasta serlo por última vez en 1539.
En la Sala de Campanas hay once, desde el primer momento de la construcción del edificio. En tiempos medievales hablaban de "els cinc senys i les sis morlanes"; en tiempos más recientes de "las cinco grandes y los seis tiples". Estas son las utilizadas para las diversas señales diarias, festivas, de muerto y extraordinarias. La más antigua es Catalina, de 1305, hasta el momento la más antigua en uso de toda la Corona de Aragón, mientras que la más nueva es Violante, de 1735. Los otros tiples son Úrsula, de 1438, Bárbara, de 1681, Pablo, de 1489 y Narciso de 1529. De las grandes, Vicente es de 1569, Andrés de 1604, Manuel de 1621, Jaime de 1429 y María de 1544.
Se trata de uno de los conjuntos más numerosos de campanas góticas de toda España, con dos de mayúscula gótica (Catalina y Jaime) y seis de minúscula gótica, Úrsula, Pablo, Narciso, Vicente, Andrés y María, a las que se debe añadir el Miguelete.
Solo están automatizadas la de los cuartos y el Miguelete para el reloj; Bárbara, para los toques de coro diarios, así como Manuel para el toque de cerrar las murallas y María para las oraciones. La instalación de estas tres últimas no impide, de ningún modo, los toques manuales.
El Campanar de la Catedral de Valencia ha tenido, desde sus orígenes, una relación escrita de los toques, que formaba parte de la «Consueta» o costumbres y usos litúrgicos de la Seo. La relación de toques es demasiado prolija, y debe consultarse la bibliografía. Como breve resumen, las campanas oscilaban y repicaban al menos desde la mitad del siglo XV y que en el siglo XVI se impuso el volteo, o toque circular de todas las campanas, ya que comenzó con María, la mayor de todas. Había diversos toques de coro, a lo largo de la jornada, de la semana y del año, y eran toques diferentes según las distintas «clases» (al menos una docena). También había repiques, toques de muerto (con una decena de combinaciones diferentes), y toques de fiesta, basados exclusivamente en el volteo de las cinco campanas mayores, ya que las otras no dizen en palabras del canónigo Herrera, autor de la famosa Consueta de 1705. Tampoco faltaban otros toques como los de tormentas, los de sacar almas del purgatorio o los de alarma, así como el del cierre de las murallas que iba a cargo de la Ciutat o Ayuntamiento de Valencia.
No obstante los toques, a lo largo de los siglos, fueron adaptándose a las necesidades tanto de la Catedral como de la Ciudad, evolucionando con ellas.
La electrificación supuso una ruptura absoluta con la tradición, ya que solo volteaban algunas de las campanas que debían de hacerlo, habían desaparecido los toques de coro (sustituidos por volteos de campanas) y los de muerto habían quedado reducidos a la mínima expresión. El repique, el toque más creativo y antiguo de la Catedral, que sonaba no menos de doscientas veces al año, se dejó de tocar y se olvidó de la memoria colectiva. También anularon las señales diarias tanto de oración como de cerrar murallas. Los nuevos toques solo anunciaban misas: se había perdido aquel sentido original de las campanas de no solamente anunciar sino acompañar, con la más alta música comunitaria, los acontecimientos festivos, dolorosos o cotidianos de la vida ciudadana.
En los primeros años de las actuaciones del Gremio de Campaneros Valencianos algunos de los toques eran todavía automáticos, ya que cuatro de las electrificadas conservaban los motores. No obstante, tras la gran restauración de 1992, solamente se dejó el motor de impulsos de volteo de Bárbara, la campana que avisa el coro diario. Igualmente se habían dotado mecanismos externos para tocar tirando del badajo a Manuel (toque diario de murallas) y María (toques de oraciones cuatro veces al día).
En consecuencia en la actualidad hay dos bloques diferenciados de toques: los automáticos y los manuales. Los automáticos se limitan a las señales de oración (tres badajazos de Maria para cada uno de los tres Ángelus y cinco badajazos para el toque de Ánimas), el toque de cierre de murallas de Manuel (durante media hora, primero cada dos minutos y luego acelerando hasta la máxima velocidad), y los tres volteos de coro de Bárbara a las 09:01, las 09:16 y las 09:26, sendos toques previos al Ángelus de mediodía y de tarde de sábado y domingo y un último toque para la Sabatina, el sábado a las 19:45 horas.
Los toques manuales se interpretan por los Campaneros de la Catedral de Valencia, que son una evolución del Gremio de Campaneros Valencianos y que forman parte de aquella Federación de Grupos Campaneros. El Calendario Anual (que comienza con el Adviento) incluye todas las fiestas litúrgicas anuales, así como los domingos de Adviento y de Cuaresma, los toques de vísperas de las Solemnidades en las que se cantan en la Catedral, y las grandes celebraciones del templo. Toda esta relación está fijada en la Consueta Nova, aprobada por elde la Consueta de Herrera de 1705, a las necesidades actuales, tanto litúrgicas como de la vida ciudadana. Así, han desaparecido los toques de anuncio de fiesta de la víspera a mediodía (excepto las fiestas de la Virgen de los Desamparados y el Corpus Christi) ya que los actuales campaneros, voluntarios, tienen obligaciones laborales o de estudios, y viven lejos del centro histórico (que por otra parte está cada vez más despoblado). Actualmente tiene más sentido tocar los días de fiesta a mediodía, con repique o con volteos según la festividad, para construir el tiempo festivo comunitario, cuando la gente pasea por el centro histórico. Quedan tres toques de alba: para la Virgen de los Desamparados, para el Corpus Christi y para la Virgen de Agosto, y el volteo general que en tiempos de Aguado y campaneros posteriores se prodigaba al menos para estas tres fiestas, queda ahora limitado al mediodía del Corpus Christi, asumiendo la recomendación de Herrera que las campanas pequeñas, los tiples, no dizen bien con las otras, y quitan solemnidad, aumentando el caos sonoro.
Sobre todo se han recuperado y normalizado los repiques, de los cuales se interpretan unos 50 a lo largo del año por los diversos Campaneros, ya que se trata de que este conocimiento no se limite a una persona ni a una manera única de interpretar. Los toques de coro suenan en las diversas variaciones más solemnes: los coros «bisblas» (los antiguos «dobles de primera») en los que voltea alguna de las cuatro mayores según festividad, las «dominicas moradas», con variaciones para Adviento (toque de Aguado) o de Cuaresma (toque de Herrera), así como las «dominicas rosas», que son una interpretación del toque de «dominica blanca». Los toques de muerto quedan limitados a los relacionados con la Catedral y su Cabildo, así como con las autoridades, sobre todo religiosas.
De manera general las campanas se voltean con cuerdas (en algunas altas no se podría hacer de otra manera), recuperando así unas técnicas tradicionales tanto de parar como de voltear que los últimos campaneros antes de la electrificación habían simplificado, así como unos ritmos siempre cambiantes. El toque está facilitado por los rodamientos autocentrados de manera que la mayor parte de las campanas, excepto María, Catalina, Narciso o Pablo que aún conservan la instalación tradicional, que será mantenida mientras las campanas funcionen con seguridad y sin excesivo esfuerzo.
Finalmente, la matraca repuesta en 1996, suena desde el Jueves Santo, después del de Gloria, para los oficios del Viernes y del Sábado Santo y para avisar la misa de la Vigilia de Pascua.
La popular torre de El Miguelete es accesible todos los días del año mediante la adquisición de una entrada. Después de las actuaciones del Gremio de Campaneros Valencianos primero y de los Campaneros de la Catedral de Valencia después, los visitantes pueden ver las tres salas del campanario a través de rejas, y subir finalmente a la terraza.
La gestión de la torre, excepto las visitas a la sala de campanas se realiza por personal dependiente del Cabildo de la Catedral.
Espadaña con la campana Micalet, para dar las horas.
La torre mostrando el lado de la escalera de caracol.
La torre desde la cubierta de la nave central o mayor.
Vista desde la Plaza de la Reina, con la torre y la fachada barroca de la Puerta de los Hierros.
Otra vista de la torre, con turistas sentados en una terraza.
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