La edición lineal o edición analógica era un tipo de edición de vídeo por el cual un magnetoscopio llamado recorder o grabador grababa en una cinta magnética las imágenes de vídeo suministradas por otro u otros magnetoscopios llamados reproductores, fuentes o players. Se consideraba lineal porque era necesario grabar la primera secuencia en primer lugar, después la segunda y así sucesivamente.
La edición lineal comenzó a popularizarse desde principios de los años 1960 con la producción masiva de los magnetoscopios y la generalización de la posproducción de vídeo. La inclusión de un código de tiempo en las pistas supuso un gran avance en su empleo. Sin embargo, desapareció tras la implatación masiva del sistema de edición no lineal.
Espinosa y Abbate (2005, p. 161) enumeran hasta siete tipos de ediciones según diferentes criterios, pero Ohanian (1996) los reduce a dos: La edición por corte y la edición A/B roll. La primera es la realizada sin ningún tipo de transición entre planos y la segunda es la que puede fundir a negro u otro color, encadenar un plano con otro e incluso realizar cortinillas. Esta última opción, prosigue Ohanian (1996, p. 373), requería de dos o más máquinas fuentes para que un plano pudiera encadenarse con otro o realizar una cortinilla con dos, tres o más imágenes al mismo tiempo.
Para realizar una edición lineal solo se necesitaban dos magnetoscopios conectados y un monitor donde ver la imagen de una máquina y de la otra. Pero en la práctica un equipamiento tan escaso era poco práctico. Para realizar una edición A/B roll se requería como mínimo:
Este material se podía complementar con muchos otros equipos como una cámara para la captura de imágenes, una tituladora o un generador de efectos digitales, hasta llegar a una instalar una sala en línea capaz de producir programas con calidad de emisión (Ohanian, 1996, p. 64).
Siguiendo la explicación de Thomas A. Ohanian (1996, p. 30 y 31), cuando Ampex comercializó su primer magnetoscopio la edición de vídeo se trató de hacer como el montaje de cine, cortando y pegando trozos. Pero a principios de los años 1960 se comprobó que resultaba más sencillo utilizar dos o más reproductores para grabar los planos en el orden deseado en una segunda cita llamada máster de vídeo. Este sistema perdía un poco de calidad, pero se ganaba en tiempo al no tener que localizar los puntos de corte ni tener que desmontar la cinta para cortarla.
El segundo paso en la edición lineal, o revolución según Ohanian (1996, p. 31), se dio con el nacimiento de los códigos de tiempo. En 1967 la empresa EECO produjo la cinta con código de tiempos, consistía en una pista que marcaba con hora, minuto, segundo y cuadro toda la cinta. El código de tiempos permitía localizar con la mayor exactitud cualquier parte del material, de la misma forma podía comenzarse a grabar dentro del master en el punto que se quisiera, también posibilitaba la creación de consolas de edición que rebobinaran los aparatos hasta el punto deseado con solo teclear la combinación de hora, minuto, segundo y cuadro, además hacía posible indicar los puntos donde se comenzaría la grabación y donde se terminaría para realizar visionados previos.
La cinta con código de tiempos demostró ser una buena solución y en 1972 la SMPTE (Society of Motion Picture and Television Engineers) y la UER (Unión Europea de Radiodifusión) crearon el estándar SMPTE para que fuesen los magnetoscopios quienes dotasen a cualquier cinta de un código de tiempo propio (Ohanian, 1996, p. 31). Así, cualquier aparato que siguiese dicho estándar podría dotar a cualquier cinta con un código de tiempos y estas cintas podría ser utilizadas por otros aparatos capaces de leer dicho estándar, posteriormente se aplicaría también cámaras de vídeo. El código de tiempo tenía como inconveniente que no se podía trabajar ya con cintas vírgenes, para poder ir a la hora, minuto, segundo y cuadro la cinta debía contar con al menos la pista de dicho código. A esto se le donominaba "pistar" una cinta (Browen, 2003).
Con todo, la edición lineal adolecía de dos problemas principales y otros añadidos, comenta Ohanian (1996, p. 32 y siguientes). Por una parte, todo el trabajo quedaba en un único soporte, la cinta máster, que podía sufrir daños y deterioros. Se podían hacer copias de dicho máster, pero la calidad se reducía un 8 % aproximadamente, no era como el cine donde la diferencia de calidad entre un positivo y otro es prácticamente inexistente. Además resultaba imposible reducir o aumentar la duración de una secuencia porque se producía una rotura en las pistas de la cinta, lo que visualmente se traducía en unos cuantos segundos al final de la parte modificada donde la pantalla quedaba blanca y la banda sonora en silencio. En un caso así, todas las imágenes posteriores a la modificada debían volverse a editar de nuevo. Estos inconvenientes hacían la edición muy lenta y muy rígida, razón por la cual fue progresivamente sustituida por sistemas de edición no lineal hasta quedar obsoleta con la edición digital.
Browen (2003) describe tres formas de realizar una edición lineal:
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