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Depresión posparto



La depresión posparto (también conocida como depresión posnatal, DPP) es una forma de depresión que puede afectar a las mujeres hasta el año después del parto, siendo su presentación más característica antes de los tres meses después del nacimiento.[1][2]​ En el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (5.º ed.) -DSM-V- se agregó además el concepto de inicio en el periparto, considerando el desarrollo de esta etiología durante el embarazo.[3]​ Se manifiesta por síntomas depresivos como son ánimo bajo, anhedonia, disminución de la energía y alteración de ciclos vitales como son el apetito y el sueño, siendo una entidad que requiere tratamiento,[4]​ a diferencia del Baby Blues, donde existen reacciones anímicas relacionadas con el parto y los cambios hormonales fisiológicos asociados a este, y por lo general remite de forma espontánea.[1]

Existen muchos estudios de prevalencia a nivel mundial los que fluctúan de acuerdo a diferencias metodológicas y poblaciones estudiadas, donde la prevalencia varían entre un 10% y un 20%.[5]​ Las causas de la DPP no están totalmente dilucidados, sin embargo lo más aceptado actualmente en este aspecto es la relación entre un cambio hormonal[6]​ además de estresores ambientales, asociados a una eventual predisposición biológica, donde se ha observado que personas que padecen una DPP tienen una mayor predisposición a padecer una patología psiquiátrica de base donde la DPP puede ser la primera manifestación. De ahí la importancia que el diagnóstico deba ser realizado por un especialista en salud mental.

El tratamiento con antidepresivos es útil en la medida que se hayan descartado otras patologías que lo contraindiquen siendo además muy efectivo el acompañamiento psicoterapéutico.[7]

La Sociedad Española de Medicina General (SEMG) define como un trastorno transitorio que aparece entre dos y cuatro días después del parto y desaparece de forma espontánea y sin secuelas, en un periodo de dos semanas. Existen dos tipos de trastorno depresivo posparto, la depresión baby-blues y el trastorno depresivo en sí mismo.

Los médicos consideran baby-blues «a la existencia de una alteración leve en el estado de ánimo de la madre puérpera», con síntomas depresivos leves. En general se manifiesta por falta de concentración, ansiedad, tristeza, pero sobre todo por una inestabilidad del humor con gran tendencia al llanto. Este estado remite en dos semanas sin ningún tipo de tratamiento.

La depresión posparto es «la depresión que se inicia en las primeras doce semanas tras el parto» debido al gran cambio que se produce con la llegada de un niño, con síntomas depresivos típicos: tristeza, sentimientos de desesperanza y de minusvalía, insomnio o hipersominia, pérdida de apetito, lentitud de movimientos, pensamientos recurrentes de muerte, poca concentración.

Síntomas físicos varios —molestias digestivas, dolor de cabeza, fatiga—, ansiedad elevada, etc. Este estado sí que necesita tratamiento.

Es importante elaborar una anamnesis completa, para acertar en el diagnóstico y no confundir una depresión posparto con otros trastornos, como un cuadro de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) o, más grave aún, una psicosis posparto.


Algunas mujeres tienen más posibilidades que otras de desarrollar depresión posparto.

Los factores de riesgo más importantes son:

Otros factores de riesgo menos predecibles, incluyen:

Aunque se desconoce la causa, todo ello está justificado por el gran cambio de vida en el que se sumerge la madre. El sueño se altera, el útero pasa de pesar 70 o 100 g a 1 kg, la madre no tiene tiempo para sí misma debido a que ocupa su tiempo en cuidar al bebé y ya no en sí misma .

Muchos especialistas piensan que esto es debido a los cambios hormonales, aunque no se ha descubierto un nivel de estrógenos diferentes entre las mujeres embarazadas y las que no.




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