La Cripta Real del Monasterio de El Escorial, en España, conocida también como el Panteón de Reyes, fue construida por Juan Gómez de Mora según planos de Juan Bautista Crescenzi.
Consta de veintiséis sepulcros de mármol donde reposan los restos de los reyes y reinas de España de las dinastías de Austria y Borbón, exceptuando a los reyes Felipe V y Fernando VI, que eligieron el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso y el Convento de las Salesas Reales de Madrid, respectivamente, como lugar de sepultura.
Faltan también, por tanto, los restos de los reyes Amadeo I, de la casa de Saboya, y José I, de la de Bonaparte, enterrados en la Basílica de Superga de Turín y en Los Inválidos de París, respectivamente.
En la cripta reposan los restos de las reinas consortes que fueron madres de reyes, exceptuando a Isabel de Borbón, que murió habiendo dejando dejado sucesor vivo, Baltasar Carlos de Austria, como príncipe de Asturias, (murió dos años después), por lo cual el Rey decide enterrarla en la Cripta. así como el único rey consorte que ha habido en España desde que existe el monasterio de El Escorial, Francisco de Asís de Borbón, esposo de Isabel II.
Los últimos restos depositados en el panteón han sido los del rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia. Su hijo Juan de Borbón, y la esposa de este, María de las Mercedes de Borbón, condes de Barcelona y padres del rey Juan Carlos I, permanecen aún en una estancia previa llamada pudridero.
A continuación se muestra una lista que enumera los reyes y reinas de España y sus cónyuges que están enterrados en la cripta:
Las veintiséis personas reales están dispuestas en los siete intercolumnios a los lados del altar, bajo un orden cronológico de arriba hacia abajo. A la derecha del altar los reyes o reinas por derecho (1-3) y a la izquierda los reyes o reinas consortes (4-6):
En el mismo nivel se encuentra el Panteón de Infantes, destinado a príncipes, infantes y reinas que no han sido madres de reyes.
Solo los frailes agustinos entran en el pudridero real. Cubiertos de cal, los restos mortales de la Familia Real permanecen allí durante aproximadamente 25 años. En las mismas escaleras que llevan al Panteón Real, en el primer descanso a la derecha, un pasadizo cerrado por una puerta de madera conduce a este pequeño recinto. Las paredes son de piedra, el suelo de granito y el techo abovedado; 16 metros cuadrados componen la estancia en total.
Solo los miembros de la comunidad agustina (que custodia el Monasterio de El Escorial desde 1885) pueden acceder a este habitáculo. La Familia Real les entrega los restos de sus fallecidos en una ceremonia que se repite desde hace siglos:
Una vez cerrado de nuevo el féretro y levantada un acta de entrega, los agustinos se hacen cargo de la llave del ataúd y el cuerpo pasa al pudridero real. Poco se conoce de esta estancia, así como del contiguo pudridero de infantes. Ambos permanecen cerrados para los 700.000 visitantes que cada año acuden al Escorial. En el pudridero real, los reyes de España y las madres de reyes permanecen entre 20 y 30 años. Es el tiempo que se estima necesario para que culmine el proceso biológico de su reducción natural.
No existe ningún documento que recoja la fecha de su creación, aunque debió de ser muy próxima a la del Panteón Real, inaugurado en 1654, bajo el reinado de Felipe IV. Los padres Santos y Ximénez, los principales estudiosos del panteón en el siglo XVII, no hablan del pudridero, pero el primer testimonio sobre él, de 1854, es muy revelador.
En Historia del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, fray José de Quevedo, bibliotecario del monasterio, cuenta: «Las puertas que están en el segundo descanso de la escalera conducen a los pudrideros, cuyo uso explicaré para desvanecer las muchas patrañas que sobre ellos se cuentan. Son tres cuartos a manera de alcobas, sin luz ni ventilación ninguna. Luego que se concluyen los Oficios y formalidades de entrega del Real cadáver que ha de quedar en uno de los panteones, el prior, acompañado de algunos monjes ancianos, baja al panteón donde ha quedado el cadáver llevando consigo los albañiles y algunos otros criados. Estos sacan de la de tisú o terciopelo que la cubre, la caja de plomo sellada que contiene el cadáver, y la conducen junto al pudridero. Mientras los albañiles derriban el tabique, los otros abren cuatro o más agujeros en la caja de plomo, la colocan dentro del cuarto o alcoba sobre cuatro cuñas de madera que la sostienen como dos o tres pulgadas levantadas del suelo, y en el momento los albañiles vuelven a formar el tabique doble que derribaron. Allí permanecen los cadáveres 30 o 40 o más años hasta que, consumida la humedad y cuando ya no despiden mal olor, son trasladados al respectivo panteón. Las cajas exteriores de las personas Reales que han de pasar al de Infantes permanecen en la sacristía del dicho panteón, hasta que vuelve a colocarse en ellas la de plomo con el cadáver según vinieron. Las de los Reyes se deshacen y aprovechan para ornamentos, porque ya no han de tener uso, pues sus restos se colocan en las urnas de mármol».
No menciona fray José de Quevedo que, dentro de los nichos, se colocan promontorios de cal viva, y fuera, una lápida de mármol negro con el nombre de a quién pertenecen los restos.
La función del pudridero real es reducir los cuerpos para que se adapten a los minúsculos cofres de plomo —de apenas un metro de largo y 40 centímetros de ancho— que, una vez sellados, se introducen en uno de los veintiséis sarcófagos del Panteón de Reyes. «Eran reyes tan grandes en el mundo que para enterrarse querían un sitio pequeño», decía a mediados del siglo XVII el padre Santos, lector de Escrituras Sagradas de El Escorial.
Hoy, en esa estancia enclavada en el subsuelo de la Basílica, son dos los cadáveres que esperan su sepulcro definitivo: el de don Juan, Conde de Barcelona, que descansa en el Monasterio desde el 3 de abril de 1993; y el de la Condesa de Barcelona, entregado a los agustinos el 4 de enero de 2000.
La reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos, que falleció en 1969 en Lausana, pero que hasta 1985 no fue trasladada a El Escorial, descansa desde octubre de 2011 en el Panteón de Reyes.
Alfonso XIII, abuelo del Rey, nunca llegó a pasar por el pudridero. Había fallecido en Roma en 1941 y fue trasladado a España, en 1980, ocupó directamente el lugar reservado para él en el panteón real. Su padre, Alfonso XII, tan solo estuvo trece años en este recinto transitorio, desde 1885 hasta 1898.
En cuanto al pudridero de infantes, los últimos restos depositados en él han sido los de don Jaime (hermano del Conde de Barcelona), doña Isabel Alfonsa (sobrina de Alfonso XIII), don Alfonso (hermano de don Juan Carlos), doña Eulalia (hija de Isabel II) y don Carlos de Borbón-Dos Sicilias (primo del rey Juan Carlos). El 10 de enero de 2000 los restos de los dos últimos debían haber sido trasladados a uno de los 36 nichos vacíos del Panteón de los Infantes, pero el repentino fallecimiento de la Condesa de Barcelona atrasó la ceremonia, que se celebró el siguiente mes de febrero.
El traslado de restos al Panteón también se celebra en la intimidad. Solamente asisten a la ceremonia un miembro de la comunidad agustiniana, otro de Patrimonio Nacional, un arquitecto (encargado de dirigir el desmontaje del murete del Panteón Real) y dos operarios. También está presente un médico, que se limita a testimoniar que el proceso de descomposición ha finalizado. Ya depositada la urna en su respectivo sarcófago, los restos reales descansan en la que será su solemne y última morada.
Con el futuro traslado de los restos mortales de los condes de Barcelona al Panteón de Reyes, este quedará completo. Esto es debido a que en estos dos casos se harán excepciones sobre la tradición, además de dos precedentes que se dieron en el pasado. La primera y segunda excepciones lo serán en parte, ya que los condes de Barcelona, don Juan y doña María de las Mercedes, no han reinado, si bien se les considera reyes de iure y además son padres de rey. Las excepciones se hacen asimismo evidentes en los casos de Victoria Eugenia de Battenberg, consorte de rey, y de Isabel de Francia, primera esposa de Felipe IV, que, sin ser madres de reyes, están sepultadas en el Panteón de Reyes. Con ellos se ocuparán todos los sepulcros del Panteón Real. ¿Dónde serán enterrados don Juan Carlos, doña Sofía, don Felipe y doña Letizia?
Juan Rafael de la Cuadra Blanco afirma que «Carlos V dejó claro en su testamento que quería estar medio cuerpo debajo del altar y medio debajo de los pies del sacerdote. Y su hijo, Felipe II, cumplió su deseo». Hasta 1654 estaban, junto con su familia, debajo del altar, encima del actual Panteón. Pero fue Felipe IV quien trasladó a todos sus antepasados. Lo correcto sería devolver a Felipe II, a Carlos V y a sus esposas, las reinas Ana de Austria e Isabel de Portugal, a su primitivo enterramiento. De esta manera se corregiría un error histórico, quedarían cuatro tumbas libres y se podría enterrar a dos generaciones más.
Ese lugar original donde Felipe II quiso enterrar a sus padres, a sus tías, a tres de sus mujeres y a su hijo Don Carlos fue una pequeña bóveda bajo el altar y bajo las estatuas orantes del presbiterio, y ligeramente encima del Panteón de Reyes (marcado en el dibujo con una B).Aunque algunos han propuesto hacer una nueva cripta y comunicarla con la antigua, lo cierto es que el panteón está rodeado de cámaras y pasadizos de gran interés histórico y arqueológico que harían difícil esta solución. Otros han sugerido que los actuales reyes de España pudieran ser enterrados en la Capilla del Palacio Real de Madrid o en la Catedral de la Almudena. Sin embargo, la Casa Real no se ha pronunciado al respecto. No obstante, sí se espera una nueva ampliación de la cripta a través del jardín.
Sección del Panteón en época fundacional según lo dejaron terminados Felipe II y Juan de Herrera. Un metro por debajo, la sección actual, con los accesos al Coro y el Sotacoro cerrados tras los ataúdes. La cruz indica la posición del ataúd de Carlos V finalmente elegida por Felipe II, justamente bajo el Altar de la Basílica y orientado al Este. En siglo XVII se llevó a la izquierda del Altar del Panteón, marcado con una C en la parte inferior de la planta, muy lejos de su posición original bajo el Altar, donde quedó orientado al norte, perdiéndose la orientación original al Este.
Según la descripción del Sumario del propio Juan de Herrera las partes de la sección original del edificio eran:
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