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Conversiones



Conversión es la práctica religiosa por la que una persona adopta como propias las creencias de la comunidad de creyentes a la que se incorpora. Cuando dicha práctica se realiza por alguien que tenía una creencia religiosa previa y diferente de la que asume, desde ese momento pasa a ser considerado por la comunidad creyente abandonada como un apóstata o un renegado.

Debe distinguirse del rito de paso o iniciación, el conjunto de acciones rituales con que el neófito o catecúmeno es reconocido públicamente como miembro de la comunidad, y que en la mayor parte de las culturas se produce acompañando al tránsito biológico que tiene lugar tras el nacimiento o tras la niñez, por tanto sin haber tenido otra creencia religiosa previa.

En el Nuevo Testamento, se utiliza el término [idioma griego|griego]] ἐπιστρεφω (epistrepho), que quiere decir ‘volverse a’, y se relaciona con Jesús o Dios.

La conversión de San Pablo, producida camino de Damasco, es la más famosa de las descritas en el Nuevo Testamento (Hechos de los Apóstoles 9, 1-18).

En la Edad Media, la conversión de judíos, producida en diferentes circunstancias, algunas sinceras y otras forzadas masivamente en el contexto de pogromos, como la revuelta antijudía de 1391 en España, trajo como consecuencia la existencia de comunidades de conversos de origen judío, que en España fueron denominados cristianos nuevos. Los problemas sociales suscitados provocaron enfrentamientos como la revuelta anticonversa de Toledo de 1449, tras la que se exigieron los estatutos de limpieza de sangre, un régimen de discriminación legal contra los conversos. La existencia de criptojudíos o judaizantes (se les dio el nombre de marranos a los de la corona de Castilla y el reino de Portugal) y el recelo aplicado universalmente contra todos los conversos, judaizaran o no, se mantuvo durante todo el Antiguo Régimen en España, y justificó la creación de la Inquisición española y el decreto de expulsión de los judíos de España de 1492. En Mallorca se conformó una comunidad endogámica de cristianos nuevos con características muy particulares (chuetas).

En el caso de los musulmanes, tras la revuelta mudéjar de 1499-1502, se produjo el bautismo forzoso de todos los que quedaron en España, pasando a ser denominados moriscos, que tras nuevas revueltas (Rebelión de las Alpujarras de 1568-1571) fueron dispersados por el interior de la Península y definitivamente objeto de la expulsión de los moriscos de 1609.

Durante el siglo XX surgió en el mundo anglosajón un renacimiento espiritual que afectó a relevantes escritores conversos, entre los cuales se encuentran:

Un neo-musulmán o musulmán convertido recientemente al islam es denominado Muallaf. El más importante de los cinco pilares del islam (la creencia en un solo Dios, y en que Mahoma es su profeta), es el que marca la conversión, que se produce desde el momento en que el nuevo creyente hace sinceramente esa profesión de fe, llamada shahada.[1]

En la España musulmana medieval los conversos al islam eran llamados muladíes.

La norma judía que regula la manera aceptable de convertirse al judaísmo se denomina giur. La decisión de convertirse al judaísmo debe provenir del propio convencimiento, demostrado por lo que se dice y hace.

Los requerimientos, dictados por la halakha son los siguientes:

Como consecuencia de la conversión, el prosélito pasa a ser parte del pueblo judío, con algunas restricciones existentes en algunas de las denominaciones judías.

Para convertirse al sijismo se debe demostrar conocimiento y entendimiento de los contenidos de Gurú Granth Sahib y demostrar madurez para seguir el código de conducta sij.[2]

Existe una ceremonia de iniciación en la cual se realizan una serie de oraciones y actos rituales, enumerados a continuación:[3]



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