Las disciplinas afines, o ciencias auxiliares de la historia son disciplinas académicas que ayudan a evaluar y utilizar las fuentes históricas. Entre estas disciplinas se incluyen tanto ciencias sociales como ciencias físico-naturales, como la fisiología, la antropología, la economía y la geografía.
La expresión, aunque es la tradicional y sigue siendo muy utilizada, puede implicar una subvaloración, razón por la cual vienen utilizándose otras expresiones eufemísticas que remarcan el hecho de que cada una de estas disciplinas tiene carácter autónomo y no subordinado frente a otras, y unas metodologías muy diferenciadas. A cada una de ellas se las considera ciencias o técnicas con entidad propia, y la razón de ser englobadas en una denominación conjunta (sea la de auxiliares u otras como ciencias y técnicas historiográficas o ciencias históricas) es el hecho de que, en determinados contextos, son utilizadas en las investigaciones históricas.
Mediante el uso directo o la interpretación de los resultados obtenidos por distintas ciencias o técnicas, los historiadores analizan las fuentes documentales (materiales de todo tipo, originales de un determinado momento histórico o referidos a él por cualquier razón, que permiten extraer, ordenar y analizar información). Es usual que el historiador no esté familiarizado con todas las ciencias y técnicas posibles para ello, por lo que debe recurrir a las conclusiones de los especialistas de la disciplina de que se trate. Incluso en el caso de que esté capacitado para hacerlo él mismo, en ese punto de su investigación deberá seguir los métodos de esa ciencia o técnica, y aplicar seguidamente los de la historiografía para la inclusión de esos resultados en su investigación.
Algunas de estas disciplinas constituyen aplicaciones especializadas de ciencias autónomas por sí mismas (muchas de ellas ni siquiera son ciencias sociales, sino ciencias físico-naturales), como la filología, la antropología, la economía, la geografía (ciencia que mantiene una estrecha relación académica con la historia), la química, la botánica o la zoología; otras, en cambio, nacen para el estudio de realidades específicas que varían con el tiempo, por lo que son imprescindibles para la datación (cronología) y análisis de las fuentes o de los documentos en sí mismos (el soporte de las fuentes): la numismática (probablemente la más antigua), la epigrafía, la paleografía, la diplomática, etc.; otras nacen en función de las subdivisiones temáticas de la historiografía, estrechamente vinculadas a un determinado tipo de fuentes, o como especialidades comparadas o cronológicas: la historia del derecho, la historia del arte, etc. Posiblemente la arqueología es la ciencia que más se ha desarrollado de todas ellas, produciendo una gran cantidad de subdisciplinas.
Las ciencias auxiliares de la historia incluyen, pero no se limitan a:
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