Se conoce como canto mozárabe (aunque una denominación más precisa sería visigótico o hispánico) a la expresión musical asociada a la liturgia hispánica, propia de la Iglesia visigoda española y que pervive hasta nuestros días.
El canto hispánico es un canto monódico, de género diatónico y ritmo libre.
Además, como el resto de los sistemas musicales diatónicos, tiene una estructuración modal, heredera de la música grecolatina.
Como en todos los cantos litúrgicos, las formas musicales, desde el punto de vista literario, dependen directamente del tipo de estrofa, situación y contenido de los textos en los diversos actos litúrgicos, desde la Misa al rezo comunitario en el oficio divino. (Véase la sección de Estructuras litúrgicas en el artículo dedicado a la liturgia hispánica.) Desde este planteamiento se pueden distinguir las siguientes:
En cuanto a su simple estructura, podemos distinguir cinco grupos de formas musicales, comunes a casi todas las tradiciones litúrgicas cristianas:
Cuando, en el siglo XI, comienza la desaparición de los usos litúrgicos hispánicos, la notación que plasmaba las melodías que la acompañaban era neumática. Esta notación visigótica está directamente relacionada con el sistema de escritura de la época en tierras hispánicas, la letra visigótica, y no gozó de los adelantos de esctritura musical introducidos por Guido D'Arezzo, de tal manera, que su lectura es básicamente mnemotécnica y su interpretación actual es muy dificultosa.
Algunos códices alternan o acompañan esta notación con la aquitana, lo que aclara algunas melodías, pero la heterogeneidad de los copistas y las diversas escuelas de escritura la hacen prácticamente indescifrable.
No es sino gracias a la reforma de Cisneros como conocemos la mayoría de las melodías hispánicas, transcritas a notación gregoriana ya en el siglo XV.
La música propia de la liturgia hispánica se nos ha transmitido en una colección importante de manuscritos, todos ellos posteriores a la invasión árabe, aunque recogen una tradición oral que ya figura como antigua en los escritos de época visigoda. Así, la explicación que de la liturgia realiza san Isidoro de Sevilla en su obra De ecclesiasticis officiis, viene a coincidir con lo que aparece en los citados manuscritos.
Estos manuscritos pertenecen a dos tradiciones claramente diferenciadas, pertenecientes a sendas tradiciones litúrgicas con distinto desarrollo:
Las características paleográficas y codicológicas, unidas a la procedencia de los manuscritos, permiten una atribución más o menos coherente de los diversos documentos a cada tradición. Sin embargo, su datación está sometida a muchas discusiones, ya que la cronología que en ellos figura no coincide con los indicios paleográficos y resulta muy arriesgado basarse en ella.
La clasificación más cómoda de los manuscritos se basa en su contenido litúrgico y, aunque muchos son muy heterogéneos y no siempre siguen la estructura litúrgica elemental, es el sistema más ampliamente utilizado. Siguiendo los datos de Ismael Fernández de la Cuesta, los manuscritos con notación musical que han llegado hasta nosotros son, según su clasificación litúrgica, los expuestos a continuación:
Contienen textos de la Biblia y sirvieron para la lectio de los oficios. Los pasajes más habitualmente musicados son las Lamentaciones de Jeremías.
Es el libro de las lectio para el oficio divino y la Misa. Es el propio del lector.
Es un compendio del libro de los Salmos a los que se suman otros cánticos del Antiguo Testamento asimilados a estos. Suelen incluir las antífonas que preceden a la recitación de salmos y cánticos.
Recogen poemas no bíblicos pero usados en la liturgia. Según san Isidoro fueron introducidos por san Hilario de Poitiers y popularizados por san Ambrosio de Milán. De la liturgia ambrosiana pasaron a la hispánica.
Contenía oraciones relativas a los salmos y a sus antífonas. No se conserva ninguno.
Es el libro propio del sacerdote celebrante de la misa. Contenía el ordinario de la Misa, que en el rito hispánico posee una gran variedad. Solo queda un ejemplar.
Es el libro propio del cantor y contiene, además de las antífonas, todas las piezas cantadas en la liturgia.
Incluía las oraciones del Oficio catedralicio festivo.
Contienen sermones de los santos padres visigodos, para leer como homilías tras la lectura del Evangelio. No contienen música.
Incluía las oraciones completas del Oficio divino y de los ritos sacramentales. Hay dos tipos: episcopalis o maior y sacerdotalis o minor.
Contenía los oficios completos del Ordo monasticum.
Incluye las preces de la Misa, oraciones en forma de letanía y de carácter penitencial. No se conserva ninguno independiente, sino incluidos en otros manuscritos.
Recopilan en un solo códice formularios de los libros ya nombrados, y están encuadernados en tomos.
Además de los códices citados existen numerosos fragmentos dispersos en catedrales y monasterios españoles, en Madrid (Biblioteca Nacional, Real Academia de la Historia), París (Biblioteca Nacional), Londres (British Library), Roma (Biblioteca Vaticana), Washington (Biblioteca del Congreso), etc.
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