Callejón sin salida (título original: Cul-de-Sac) es una película británica de 1966, dirigida por Roman Polanski. Protagonizada por Donald Pleasence, Françoise Dorléac, Lionel Stander, Jack MacGowran e Iain Quarrier en los papeles principales.
Ganadora del premio Oso de Oro 1966 del Festival Internacional de Cine de Berlín (Roman Polanski).
Dos delincuentes prófugos, Richard "Dicky" (Lionel Stander), herido de un disparo, y Albie (Jack MacGowran), ya agonizante, se refugian en un viejo castillo a orillas del océano, propiedad de un estadounidense cobarde, George (Donald Pleasence) y su deshinibida esposa francesa, Teresa (Françoise Dorléac). Allí, Dicky y Albie esperan que su jefe venga a recogerlos. Albie muere, y Dicky establece una extraña relación con el excéntrico matrimonio.
Polanski retoma el motivo central de su primer largometraje, el "dos son compañía, tres son multitud", al volver a incluir un elemento desestabilizador dentro de una pareja. Para algunos, una maravillosa mezcla de cine negro y humor negro, en la que Polanski consigue —de nuevo, según algunos— uno de sus mejores guiones, con diálogos divertidísimos y situaciones inesperadas; sin olvidar el ambiente claustrofóbico típico de su cine.
Resulta llamativo el modo en que el encierro y el carácter enfermizo de las atmósferas se construye y se remarca a través de pequeños objetos que pululan sin sentido y repetitivamente por la pantalla, como las gallinas, cangrejos y huevos omnipresentes en el film. Estos pequeños seres parecen condensar en sí el sin-sentido, la vacuidad que constituye el sentído último de las vidas de los personajes. En este papel de sedes de algo que no puede decirse y capaces sin embargo de condensar en sí una íntima verdad de las vidas de los personajes, resultan comparables a los objetos corporales de Cronemberg.
Una de las ideas que pueden construirse a partir del argumento es que las instituciones que rigen la vida occidental son esencialmente vacías e inocuas, carecen de capacidad para regir las vidas de los personajes, que antes que transgredirlas las ignoran, guiados por sus pasiones. Son tan eficaces a la hora de poner límites a los sujetos como el castillo de los protagonistas y su matrimonio. Sin embargo, estas pasiones llevan a todos a un callejón sin salida; ninguno va a ningún lado. De hecho, en una de las escenas del fim, la esposa pide que la lleven a cualquier lado.
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