Los platillos, platos, címbalos o cimbales son instrumentos de percusión de sonido indeterminado, lo que significa que las notas no tienen una altura definida. Pertenecen a la familia de los idiófonos, por lo que el sonido se produce entrechocando uno con otro o percutiéndolos con baquetas.
Se trata de ocho discos cóncavos de metal, que normalmente están hechos de una aleación de bronce o latón. Si bien, los platos utilizados en las orquesta de cierto nivel, están hechos de una mezcla de cobre, plata y estaño. Sus centros están agujereados para que, en el caso de ser entrechocados, se pueda pasar una correa de cuero o de piel que sirve de asa o abrazadera en su parte trasera; o bien, en el caso de platos suspendidos, el instrumento pueda introducirse en el soporte. Su tamaño influye directamente en la sonoridad, a mayor tamaño o grosor mayor potencia sonora.
Los platillos descienden de los crótalos, cuyo origen data de la Edad Antigua. Desde Oriente Medio, los crótalos llegaron al Imperio otomano, donde los turcos aumentaron su tamaño exponencialmente, hasta convertirse así en el instrumento que ha llegado a nuestros días. La popularidad de los platillos llegó con el Romanticismo, periodo en el que se introdujeron en la orquesta sinfónica los exóticos instrumentos propios del folclore turco. Además de los platillos, llegaron los triángulos, las panderetas y otros instrumentos.
En la música popular, comúnmente los platillos se encuentran dentro de una batería de instrumentos de percusión. En este caso, los platos más populares son:
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