La batalla naval de las Dunas fue una batalla entre las armadas española y holandesa que tuvo lugar el 21 de octubre de 1639 en la rada de las Dunas —o de los Bajíos (The Downs)—, cerca de la costa del condado de Kent, en Inglaterra, en el transcurso de la guerra de los Ochenta Años.
En 1639 se formó en Cádiz una escuadra de 23 barcos y 1679 hombres de mar para operar contra Francia y Holanda al mando de Antonio de Oquendo. Zarpó hacia Flandes y se unió en La Coruña a la escuadra de Dunquerque. Acompañaban a la escuadra doce transportes ingleses que llevaban tropas. La misión principal consistía en llevar tropas y dinero a Flandes.
A finales de agosto, llegaron a La Coruña los navíos de Antonio de Oquendo, fondeando fuera del puerto para permitir la salida del resto de la flota. Se reunieron así las escuadras de:
En La Coruña se unieron las escuadras de:
Estas eran naves de asiento y embargadas, y provenían de Vizcaya, la Hermandad de las Cuatro Villas, Galicia, Portugal y Flandes. Se supone que eran 29.
Además, les acompañan 12 navíos ingleses fletados como transporte de tropas.
Entre todas llevaban, según las versiones extranjeras, veintisiete mil hombres. Algunas versiones españolas los reducen a seis mil. En realidad debieron ser unos catorce mil, de los que ocho mil serían hombres de mar y guerra y el resto, infantería.
Para el Conde Duque de Olivares, los buques y dotaciones estaban en un estado excelente de preparación y adiestramiento, y no había salido armada como esta desde la jornada de Inglaterra. Para el almirante Feijó, de la escuadra de Galicia, estaban faltos de todo, la gente era forzada, no había bastantes artilleros y tenían poca experiencia, etc.
El 31 de agosto se hacen a la mar, dejando a los transportes ingleses navegar sueltos, lo que fue un error, ya que los holandeses apresaron al menos a tres, con mil setenta infantes.
La vanguardia la formaba la escuadra de Dunquerque, como expertos del Canal.
En el Canal se encontraba a la espera el almirante holandés Martín Harpertz Tromp, con pocas naves.
Se avistaron las escuadras el 15 de septiembre al anochecer y, al amanecer del 16, Oquendo intentó abordar a la capitana holandesa, no consiguiéndolo y recibiendo a cambio numerosos cañonazos, que dejaron su nave casi desaparejada y con cuarenta y tres muertos y otros tantos heridos. A lo largo del día, se entablaron escaramuzas, con el único resultado de la voladura de una nave holandesa. El combate continuó el día 17, entre escaramuzas y combate artillero, sin permitir los holandeses que los españoles se acercasen a tiro de arcabuz.
El 18 se le unen a Tromp dieciséis naves, pero se mantuvo la misma táctica. Cayeron en el combate los almirantes Guadalupe y Ulajani, estando a punto de ser apresado el galeón de este.
En estos tres días de combate, los contendientes agotaron toda la pólvora y municiones. Tromp entró en Calais, donde el gobernador le facilitó quinientas toneladas de pólvora, reparó sus buques, pudo desembarcar a los heridos y, en veinte horas, estar de nuevo en la mar listo para el combate.
Oquendo podría haber hecho lo mismo en los puertos amigos de Mardique (hoy Fort-Mardyck, diez kilómetros al oeste de Dunquerque) o Dunquerque, pero, dudando del calado de Mardique, donde pensaba que no podían entrar sus galeones grandes, dada la proximidad de la rada de Las Dunas —o de Los Bajíos (The Downs)— en la costa del condado de Kent, en Inglaterra, y considerando que los ingleses eran neutrales, decidió refugiarse allí, para intentar aprovisionarse y reparar sus barcos.
A los ingleses les disgustó la decisión española, y el enfado se agravó por no haber saludado Oquendo a la bandera inglesa del almirante Pennigton, que se encontraba fondeado en la rada. Ante el enfado inglés, y dada su precaria situación, Oquendo cedió. Los ingleses facilitaron el fondeadero interior a los españoles y se colocaron entre la armada española y la holandesa.
Oquendo intentó conseguir pertrechos de guerra, informando de su presencia al embajador de España en Londres y al gobernador de los Países Bajos, consiguiendo así refuerzo de marineros y soldados desde Dunquerque. Organizó transportes en buques ligeros para llevar a Flandes el dinero y los soldados que transportaba con ese destino. El 27 de septiembre, aprovechando una espesa niebla, organizó un convoy con trece pataches y fragatas que acompañaron a cincuenta y seis embarcaciones costeras (la mayoría pesqueros venidos de Dunquerque), que llegó sin novedad a Flandes, pese a estar Tromp bloqueando la salida de la rada.
Este mantuvo una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal. Disponía de entre ciento catorce y ciento veinte naves, entre ellas diecisiete brulotes. Algunos relatos cuentan que permitió el paso de buques de apoyo españoles con jarcias y arboladuras, para que Oquendo pudiese reparar antes sus naves y así poder entablar combate.
El 20 de octubre, Oquendo llevaba un mes fondeado en la rada de Las Dunas, cuando llegó el primer suministro de pólvora. Resultó escaso y lo repartió entre los galeones.
Tromp tiene noticias de ello y decide atacar antes de que los españoles se hayan rearmado completamente, por lo que expone al almirante inglés que ha sido atacado por los españoles y que, por lo tanto, procede a atacarles. Lanza sus brulotes sobre la escuadra fondeada, pero los españoles pican amarras y se hacen a la mar. Entre la confusión producida por los brulotes y una espesa neblina, solo consiguen salir de la rada veintiún buques para enfrentarse a más de cien holandeses. Los demás varan en los bancos de arena y la costa de los Downs.
Tromp lanzó tres brulotes contra la capitana de Oquendo. Este consiguió desembarazarse de los tres, pero uno de ellos se enganchó en la proa del galeón Santa Teresa, de Lope de Hoces, que le seguía y que se perdió envuelto en llamas.
La batalla se entabló con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores. Al anochecer, aprovechando la oscuridad, algunos españoles consiguieron desembarazarse de sus atacantes y, los que pudieron, se dirigieron a Mardique, a donde llegaron las naves de Oquendo, de Masibriadi y siete buques más de la Escuadra de Dunquerque. Del resto de los barcos, nueve se rindieron; estaban en tan mal estado que tres se hundieron cuando eran llevados a puerto holandés. Los demás embarrancaron en las costas francesas o flamencas para no entregarse al enemigo. De los que habían varado en Los Bajíos (The Downs), nueve consiguieron llegar a Dunquerque.
Las pérdidas españolas fueron estimadas por los holandeses en cuarenta y tres buques y seis mil hombres, y las holandesas estimadas por los españoles en diez buques y unos mil hombres.
Dicen que Oquendo, que estaba gravemente enfermo, dijo al llegar a Mardique: «Ya no me queda más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el estandarte». Hubo quien, desde España, vio la acción de Oquendo como una gran hazaña, puesto que había conseguido llevar los refuerzos y los dineros al ejército de Flandes y salvó a la capitana y al estandarte real ante fuerzas abrumadoramente superiores. Olvidan que, si en lugar de encerrarse en la rada de los Downs, se hubiese dirigido a los puertos de Flandes, no hubiese perdido casi toda su flota. Según el historiador y almirante portugués Costa Quintella, Oquendo se «portó más como comandante [de buque] que como almirante, ya que, sin más que poner en línea sus navíos [en el primer encuentro], pudo aniquilar a sus enemigos».
Revista de Historia Naval n.º 117 (pp. 51-59)
Escribe un comentario o lo que quieras sobre Batalla de las Dunas (1639) (directo, no tienes que registrarte)
Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)