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Batalla de Maipú



La batalla de Maipú, también conocida como batalla de Maipo, fue un enfrentamiento armado decisivo dentro del contexto de la Guerra de la Independencia de Chile. Tuvo lugar el 5 de abril de 1818 en el sector conocido como Cerrillos del Maipo, al poniente de la ciudad de Santiago, donde se enfrentaron las fuerzas patriotas del Ejército Unido Libertador de Chile —formado por las tropas rioplatenses (actual Argentina) y del Ejército de los Andes más el Ejército de Chile— al mando del general José de San Martín, contra el Ejército Real de Chile del Imperio español bajo las órdenes del general Mariano Osorio.

Acaecida la derrota patriota en la noche del 19 de marzo de 1818 en Cancha Rayada, las tropas revolucionarias dispersas intentan un reagrupamiento sobre la base de la retirada en orden ejecutada por la columna comandada por el coronel Las Heras y el general San Martín del campo de la derrota. Las tropas americanas emprenden el Camino Real hacia Santiago de Chile.

El hecho de armas acaeció al sur de Santiago de Chile distante aproximadamente a 10 km, en los llanos del río Maipo, allí San Martín organizó a su ejército en una posición elevada esperando el ataque español, el cual se colocó casi cara a cara en una posición elevada de la misma manera que la posición patriota.

De acuerdo a Diego Barros Arana, las fuerzas en combate y sus jefes respectivos fueron:[10]

Cuartel general: (12 oficiales)

Estado Mayor y ayudantes generales:

Primera División (Derecha): coronel Juan Gregorio de Las Heras y 2 ayudantes

Segunda División (Izquierda): coronel Rudecindo Alvarado y 1 ayudante

Tercera División (Reserva): coronel Hilarión de la Quintana y 1 ayudante

División de refuerzo[11]​ (proveniente de Santiago): general Bernardo O'Higgins

Cuartel general:

Primera brigada (Derecha): brigadier José Ordóñez

Segunda brigada (Centro): coronel Lorenzo López de Morla

Tercera brigada (izquierda): coronel Joaquín Primo de Rivera

Poco antes del mediodía, el ejército patriota rompió fuego con la artillería de Manuel Blanco Encalada, pero luego de un tiempo San Martín se dio cuenta de que los realistas habían tomado una posición defensiva y decidió iniciar el ataque.[12]

Envió las fuerzas atacando el centro y la derecha de los españoles, mientras que Juan Gregorio de Las Heras comandó el ataque por las fuerzas colocadas en otro cerro, allí los patriotas tomaron un cerro, amenazando la izquierda realista. Mientras tanto, los ataques patriotas no parecían lograr quebrar las líneas realistas y la batalla se encontraba en tablas, entonces San Martín decidió enviar los batallones de reserva a la batalla atacando y cargando por todos los flancos y el centro español.[13]

En el flanco izquierdo, Las Heras y sus hombres junto con un grupo del Regimiento de Granaderos a Caballo —unidad creada por San Martín— tomaron la posición española en el cerro a su izquierda, cuyos defensores (realistas) se replegaron al centro del otro cerro donde todavía se encarnizaban duros combates.

Pero todas las fuerzas de Las Heras y otros, atacaron la izquierda realista mientras con un movimiento oblicuo los patriotas cargaron sobre la derecha y el centro enemigo. Osorio, creyéndolo todo perdido se retiró con su caballería buscando salvar su vida.[13]José Ordóñez nunca se resignó a perder la batalla y organizó maniobras con las que solo se desorganizó más, debido a lo estrecho del terreno.

Así, la mayor parte del ejército patriota subió al llano donde sólo quedaban los 4 batallones españoles, Burgos, Arequipa, Concepción e Infante Don Carlos (Real de Lima), rodeados por todas partes. A pesar de ello, se resistieron a rendirse o a huir.

Entonces del batallón de Burgos salieron unas voces, ya legendarias. "Aquí está el Burgos. Dieciocho batallas ganadas, ninguna perdida", mientras hacían ondear su laureada bandera, victoriosa en la batalla de Bailén y en tantos otros combates. La situación era trágica para ellos. Los otros batallones realistas, decidieron resistir de la misma manera. El batallón de Arequipa estaba mandado por José Ramón Rodil, el héroe del Sitio de El Callao.

Los batallones formaron el cuadro para resistir a la caballería. Los cazadores a caballo fueron rechazados, pero al formar el cuadro se convirtieron en un blanco más fácil para los fusiles de los infantes enemigos. Los batallones comenzaron a sufrir horriblemente por la fusilería y a continuación el 1º chileno cargó, para ser rechazado. El 7º de Los Andes lo intentó a su vez y fue asimismo rechazado. Los cuadros españoles, llenos de muertos y heridos, mantuvieron la posición.

Los cuadros realistas comenzaron a moverse, retirándose hacia el caserío de Lo Espejo dirigidos por el general Ordóñez en número de dos mil.[14]​ Durante el movimiento fueron atacados continuamente y fueron dejando un reguero de muertos a lo largo de su trayecto, pero no rompieron las filas y mantuvieron el orden.[13]

La artillería se acercaba, ya a corta distancia, y la metralla finalmente rompió las filas, pero era inútil, porque no rompieron su formación y lentamente se fueron retirando del campo de batalla, hostigados por todas partes.

San Martín, artífice de la victoria, diría: "Con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más rápido y más sostenido, y jamás se vio una resistencia más vigorosa, más firme y más tenaz".

Los granaderos de Primo de Rivera, se retiraron al mismo sitio, el caserío de Lo Espejo. Debían formar el cuadro y soportaron ocho cargas del enemigo. Sufrieron un tercio de las bajas pero guardaron la formación y alcanzaron el caserío.

Los realistas se agruparon en el caserío. Bernardo O'Higgins, con mil hombres, llegó al campo de batalla.[13]​ El batallón de cazadores de Coquimbo se lanzó contra el caserío, creyendo que los fatigados realistas cederían. Sin embargo, las descargas de fusilería y de dos cañones que les quedaban, les infligieron 250 bajas, lo que causó su retirada.[15]

San Martín no quiso poner en peligro a más hombres, por lo que ordenó concentrar la artillería. Diecisiete piezas se juntaron y arrasaron Lo Espejo. Los restos de los batallones españoles soportaron el fuego. Apoyados por las piezas, los patriotas se lanzaron al asalto definitivo. Los escasos defensores que quedaban en el caserío fueron arrollados.[3]​ Ordóñez y Primo de Rivera se rindieron; la batalla había terminado.

El general chileno Bernardo O'Higgins, convaleciente de una gran herida (producto de la derrota aliada en Cancha Rayada), se presentó en el campo una vez finalizada la batalla y entusiasmados por la victoria se abrazó a San Martín en una escena que dio origen a un cuadro, el histórico abrazo conocido como El abrazo de Maipú, donde O'Higgins le dice a San Martín «¡Gloria al salvador de Chile!» y San Martín le responde «General: Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó al campo de batalla en ese estado».[17]​ Gracias a esta batalla se aseguró la Independencia de Chile.

Los patriotas perdieron un 35 % de sus fuerzas entre muertos y heridos.[3]​ Los realistas sufrieron más de 1500 muertos y 2000 prisioneros,[9]​ de los cuales 700 al mando del desertor patriota Ángel Calvo[18]​o fueron capturados en el cerro Niebla por el coronel Manuel Rodríguez Erdoíza y sus Húsares de la Muerte en la última carga de caballería de la batalla. Además se capturaron grandes cantidades de municiones. Las estimaciones de la época cifran las pérdidas realistas, claramente exageradas, en 3000 prisioneros, incluidos 190 oficiales, y 2000 muertos, salvándose solo Osorio con 200 jinetes perseguidos de cerca por la caballería patriota.[19]​ Osorio logró retirarse hasta Talcahuano con 600 sobrevivientes[20]​ (aunque los historiadores Castedo y Encina dicen que de los seiscientos sobrevivientes las deserciones los redujeron a sólo noventa).[3]

Los patriotas sufrieron la pérdida total, incluidos los oficiales, del Batallón de Negros de Mendoza, en tanto que los realistas pierden hasta el último hombre del Batallón Infante Don Carlos y el Batallón Burgos (que no sobrevivió a su 19ª batalla).[21]

Varios días después, cuando llegó a Buenos Aires la noticia del triunfo del ejército en Maipú, se organizaron bailes y festejos y la gente iba de casa en casa felicitándose y abrazándose.[22]

La batalla de Maipú tuvo importantes consecuencias en diferentes campos. Militarmente se considera un ejemplo de estrategia y táctica por el aprovechamiento que se dio de los movimientos previos y posteriores a la batalla, el excelente empleo que se dio a las armas, y el uso de la reserva para atacar al enemigo por su punto más débil. Se ha comparado a la campaña de San Martín en Chile con la de Epaminondas; ambos ganaron dos grandes batallas decisivas y usando un orden oblicuo.

La batalla misma es comparada por sus consecuencias con las que tuvieron los triunfos patriotas en Boyacá (de manera inmediata) y Ayacucho (a largo plazo). Si Maipú hubiera acabado de otro modo imposibilitando que las otras dos sucedieran y además de que Chile no se independizara y el movimiento patriota quedara encerrado en Argentina y el Océano Pacífico no hubiera pasado al control patriota, imposibilitando las campañas de San Martín y Simón Bolívar en el Virreinato del Perú, donde había 30 000 soldados realistas.

Otro efecto de la batalla fue que dañó irreparablemente la moral de los realistas en la América española. Maipú pasó a ser considerada la precursora de las futuras victorias patriotas en las siguientes campañas.[24]



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