La avispa de mar o medusa de caja es una especie de medusa de la familia Chirodropidae.
Habita fundamentalmente en aguas costeras australianas. Es considerada la criatura viva más peligrosa y letal que existe.
La avispa de mar es una gran medusa y de ella salen 70 tentáculos de aproximadamente 80 cm de largo.
Es translúcida y brilla en la oscuridad.
Puede llegar a alcanzar el tamaño de un balón de topo mortal, con tentáculos de hasta 3 metros de largo, cada uno con 5 mil millones de células urticantes (cnidocitos) que pueden inyectar un letal veneno. Cuando los tentáculos entran en contacto con la piel es extremadamente doloroso, arde, y se sienten pequeños calambres que impiden tener un movimiento normal en la zona de contacto. Al momento del primer contacto el dolor es particularmente intenso con una duración promedio de 12 minutos, sin embargo este puede persistir hasta por 48 minutos o más.
El veneno se mete directamente al torrente sanguíneo y, dependiendo del peso de la persona y la cantidad de veneno incluido por la avispa de mar, puede causar shock y paro cardíaco.
Habita generalmente en las aguas tropicales de Australia y otras áreas del océano Índico oriental y del Pacífico. Se han avistado especímenes en aguas de Papúa Nueva Guinea, Filipinas y Vietnam, si bien se desconoce su distribución exacta.
Contrariamente a la creencia popular acerca de su movimiento y a diferencia de las medusas comunes, que en su mayoría son ciegas, esta especie posee cuatro grupos de veinte ojos. Pero no está claro si pueden seguir objetivos con la vista ni tampoco cómo procesan las imágenes. Poseen sistema nervioso central, pero es casi innotable. Nada en impulsos de 1,5 m/s, lo que le proporciona velocidad suficiente para atrapar peces.
Generalmente el roce de la víctima con sus tentáculos no pasa inadvertido y deja lesiones visibles que de rojo se tornan en más rojas y se hincha la zona afectada; tras unos 20 minutos se inicia el síndrome irukandji: comienza un intenso dolor en todo el cuerpo, el ritmo cardíaco se triplica, la tensión sanguínea se duplica; por lo general la muerte sobreviene tras una embolia cardíaca.
Sus síntomas se presentan también en dificultad para respirar, náuseas y vómitos, hinchazón y dolor severos, latidos cardíacos lentos y muerte del tejido cutáneo. Sin embargo, algunos animales son inmunes a la toxina, como las tortugas de mar, que se alimentan de ellas sin sufrir daño alguno. En el caso de los humanos, si el veneno penetra en el sistema sanguíneo, la muerte puede llegar a producirse en menos de tres minutos. En caso de resultar afectado por el animal, la primera medida de tratamiento es arrojar vinagre sobre la zona afectada, ya que este tiene propiedades inhibitorias sobre los nematocistos, orgánulos intracelulares encargados de inocular el veneno. Al mismo tiempo debe darse aviso inmediato al sistema de emergencias, que en las zonas endémicas suele estar preparado para estos casos. El tratamiento tópico con vinagre de las lesiones por contacto disminuye su peligrosidad.
Según un estudio reciente de la revista National Geographic, las avispas de mar se vuelven más mortíferas con la edad. Las jóvenes, que cazan camarones, tienen veneno tan sólo en el 5% de sus células urticantes, mientras que las adultas lo tienen en el 50%, lo que les permite cazar presas más grandes.
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