En náutica, el Aparejo es el conjunto de palos, vergas, jarcias y velas que le permiten a la embarcación ponerse en movimiento aprovechando el movimiento del aire que los impulsa (viento).
La fuerza del viento se transmite directamente sobre las velas. Estas lo transmiten a las velas, al palo y a la jarcia, según las velas y cómo estén dispuestas. El conjunto transmite el empuje al casco del barco.
Los mástiles son grandes palos, rectos y verticales, clavados perpendicularmente en la cubierta y el cuerpo del barco, y que soportan el peso de la mayor parte del aparejo. Como es natural, las naves de mayor tamaño tienden a poseer un mayor número de mástiles. Están sujetos mediante jarcias muertas a los laterales del barco, lo que aumenta su estabilidad y su capacidad para soportar esfuerzos laterales.
Cuando se construyeron mástiles adicionales, fueron recibiendo los siguientes nombres:
Las vergas son palos engarzados transversalmente en los mástiles, a una determinada altura de la cubierta del barco. Su misión es servir de soporte a las velas cuadradas, sujetándolas por su lado superior o inferior. Cuando se recogen las velas, se recogen sobre las vergas, lo cual permite un despliegue rápido.
Las vergas y los mástiles conforman la arboladura de la embarcación.
Las velas son cuerpos planos y flexibles de lona o loneta que reciben directamente la acción del viento. Transmiten el empuje del viento a las vergas, quienes a su vez lo transmiten al mástil.
Las velas han adoptado diversas formas en función de las necesidades y técnicas náuticas de la época. Según el tipo de velas utilizadas, el aparejo puede recibir los siguientes nombres:
A partir de cierto tamaño y complejidad, los barcos montaban unos aparejos en combinación de los dos anteriores.
Las jarcias son los cabos y cuerdas del barco, que sujetan o estabilizan el resto de los componentes del aparejo. Existen dos tipos de jarcias: la jarcia firme o muerta, que permanece fija y tensada a ambos lados de los mástiles para sujetarlos y proporcionarles mayor estabilidad lateral, y la jarcia móvil o de labor, formada por los cabos y cuerdas que pueden atarse y desatarse durante una maniobra. (ver Jarcia)
Los primeros barcos aparejados para navegar con la fuerza del viento aparecen en el Antiguo Egipto, hacia el año 1300 a. C., para la navegación fluvial a lo largo del Nilo. Sobre un mástil central y una verga transversal, los egipcios montaron una vela cuadrada, ideal para la navegación con viento de popa. Dos remos en la parte lateral trasera (aleta) de los barcos permitían la dirección.
Se pudo llegar a prescindir de los remeros ya que en el valle del Nilo el viento suele soplar desde el norte (río arriba), y para navegar río abajo sólo tenían que dejarse llevar por la corriente.
En la Antigüedad clásica la dependencia de los remos seguía siendo importante. En el Mediterráneo, siendo el barco domininante el trirreme y sus variantes (que ya solían contar con velas), los romanos inventaron un nuevo barco de guerra al que llamaron liburna, con sólo una o dos filas de remos y una gran vela cuadrada que permitía moverse con mayor rapidez si se contaba con viento favorable. Sin embargo, era difícil que un barco de este tipo se enfrentase a travesías largas sin remeros, ya que las velas cuadradas no permitían navegar en una dirección contraria al viento.
Durante la Edad Media fueron extendiéndose naves (coca) con aparejo latino o combinado, que en su mayor parte realizaban navegación de cabotaje (costera). De esta época cabe destacar:
En la época inmediatamente anterior al descubrimiento de América se produce un punto de inflexión en la evolución de la navegación a vela mediante la evolución de la carabela, aumentando su tamaño y resistencia para lograr la nao o carraca. Ésta podía montar un aparejo redondo o latino. Aumentó el tamaño de las naves y también el número de mástiles.
La dependencia de los remos fue cada vez menor, hasta llegar al punto de que pequeñas naves provistas de sus aparejos como único medio de propulsión, pudieran operar de forma autónoma en grandes travesías oceánicas, a veces durante años.
El galeón es modelo más representativo de la navegación en la época colonial. Montaba un aparejo de tres mástiles verticalés más un bauprés ya bastante grande, y contaba con algunas velas latinas entre una mayoría de cuadradas.
Durante los siglos XVII y XVIII, los barcos aumentaron de tamaño y pasaron a soportar aparejos mucho mayores. La evolución más llamativa respecto de épocas anteriores es la vela llamada estay, triangular, enganchada entre dos palos consecutivos (por ejemplo, entre el palo mayor y el trinquete).
En esta época la guerra naval alcanza gran trascendencia, por lo que proliferan los tratados y manuales teóricos sobre aparejos y aprovechamiento del viento. Las grandes navíos de línea y fragatas de esta época montaban sobre todo aparejos redondos, pero añadían también velas triangulares en los palos de mesana y bauprés (además de los estayes) que les permitían ceñir el viento en ángulos muy cerrados.
Tras esta época de esplendor y desarrollo de la navegación de vela, la aparición de la máquina de vapor sustituiría rápidamente a los aparejos tradicionales, que fueron cayendo en desuso hasta reducirse a una utilización únicamente deportiva o lúdica (embarcaciones de recreo).
En siglo XX los aparejos náuticos se ha beneficiado de muchos avances realizados por la industria aeronáutica. Muchas embarcaciones de recreo han sustituido las tradicionales velas flexibles de lona o loneta por otras más rígidas que, alineadas con el viento, toman impulso según el mismo principio físico que permite la sustentación en las alas de un avión. Estas embarcaciones son capaces de ceñir el viento de forma mucho más cerrada que cualquier vela flexible. Uno de los más utilizados es el aparejo Marconi.
El resto de los componentes de los aparejos náuticos mantienen su existencia y sus funciones, pero los materiales de fabricación han sufrido profundas modificaciones. En los mástiles y vergas, la madera dejó paso a otros materiales como acero, aluminio, y más recientemente fibras de vidrio o de carbono, que son más ligeras, fuertes y resistentes.
Tradicionalmente, los barcos de vela se califican de aparejados de según el tipo de aparejo que llevaran. Para los distintos tipos de aparejo, se diferenciaban el número de palos, su tamaño relativo, su posición más o menos separada, su inclinación y las velas que cargaba cada uno. Es importante destacar que, siendo la navegación a vela un proceso en evolución, los nombres iban cambiando su significado con el tiempo. Cuando se contaban los palos de una embarcación, se ignoraba el bauprés, contándose, exclusivamente, los palos en posiciones más o menos cercanas a la vertical.
En el caso de los barcos de vela de dos mástiles, el mástil más pequeño recibe el nombre de [trinquete] o de [mesana] dependiendo de su localización, a proa o a popa, respectivamente, del mástil más grande.
Ejemplo de barco aparejado de corbeta es el ballenero Charles W. Morgan, atracado en el puerto de Mystic Harbour.
Ejemplos de barcos aparejados de fragata pueden ser: La fragata USS Constitution, normalmente atracada en el puerto de Boston; el clíper Cutty Sark; los dos barcos que protagonizan la película Master and Commander.
Desde el siglo XVI, los barcos adoptaron, con carácter general, un máximo de tres palos. Los barcos que se construyeron en el siglo XIX y XX con más palos, empleaban las denominaciones de barcos con menor número de palos y llamaban a los palos "extra" como "segundos mayores" o sucesivos números o como "segundos mesanas" o sucesivos. En general, estos navíos se construían imitando los palos de modelos de menor número.
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