Allá en el Rancho Grande es una película mexicana de drama romántico rodada en 1936, dirigida por Fernando de Fuentes y protagonizada por Tito Guízar y Esther Fernández. Se le considera como la cinta mexicana que inició el «cine industrial mexicano» que redundaría en la llamada época de oro del cine mexicano, y como la película que inició la denominada «comedia ranchera».
La amistad entre el hacendado Felipe y su caporal José Francisco se ve amenazada por una serie de enredos y malentendidos alrededor de la virginidad de Crucita, una joven campesina de la que José Francisco está enamorado. Las equivocaciones se van resolviendo entre coplas, bailes y canciones.
Filmada después de Vámonos con Pancho Villa (1935), pero estrenada casi tres meses antes, Allá en el Rancho Grande es la cinta que logró colocar al cine mexicano dentro del panorama fílmico mundial. Mérito importante pero insatisfactorio para el director Fernando de Fuentes, quien no vivió lo suficiente para comprobar que su preferencia hacia la primera era compartida por críticos e historiadores del cine nacional. A partir de esta película, Fernando de Fuentes lograría otros éxitos de taquilla, pero ninguno de sus siguientes filmes alcanzaría el valor estético de sus primeras obras.
Con una trama presentada ya en otros filmes -como el mexicano En la hacienda (1921) de Ernesto Vollrath y el español Nobleza baturra (1935) de Florián Rey- el argumento de los hermanos Guzmán Aguilera se desarrolla en el marco de un idílico paraje campirano, con hacendados y peones a quienes la revolución no parece importarles tanto como las fiestas, jaripeos y canciones. Los argumentistas -experimentados escritores de teatro de revista- incorporaron a la historia algunos "gags" cómicos de comprobada popularidad en el medio teatral mexicano para aligerar una trama que, en esencia, es un alegato sobre "el derecho de pernada" y sus consecuencias.
Paradójicamente, el cine mexicano llevaba casi dos décadas intentando lograr el éxito comercial al mismo tiempo que libraba una batalla contra la representación extranjera folclorista de "lo mexicano", entendido como un punto de convergencia entre charros cantores, manolas enmantilladas y gauchos con sombreritos de borlas. De ahí que el triunfo internacional de Allá en el Rancho Grande sea, al mismo tiempo, el fracaso de tan aguerrida empresa en pro de la dignidad nacional. El filme más artificial sobre "lo mexicano" realizado en México se alzó con el premio a la mejor fotografía del Festival de Venecia de 1938, al mismo tiempo que lograba ser exhibido con subtítulos en inglés en los Estados Unidos. A partir de ese momento, el cine mexicano iniciaba un camino que conduciría a otras expresiones de folclorismo (aderezado con "dignidad") como la obra fílmica de Emilio Fernández, y que tendría su expresión más reciente -y no menos taquillera- en Como agua para chocolate (1992) de Alfonso Arau.
En 1949, de Fuentes hizo un remake protagonizado por Jorge Negrete, Lilia del Valle, Eduardo Noriega, Armando Soto La Marina El Chicote y nuevamente Emma Roldán.
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