Las agallas, abogallas o cecidias son estructuras de tipo tumoral inducidas por insectos y otros artrópodos, nematodos, hongos, bacterias y virus. Se trata de la respuesta del vegetal a la presencia del parásito con un crecimiento anómalo de tejido que intenta aislar el ataque o infección. Este tejido de nueva formación adquiere formas muy variadas.
En las agallas de los robles (Quercus robur y Quercus petraea), producidas por himenópteros cinípidos, son curiosas las generaciones alternantes de estos insectos. En otoño Dryophanta folii, ágama o asexuada, pone sus huevos en los brotes tiernos y yemas produciendo las pequeñas agallas de invierno; la siguiente generación emerge en los meses de abril a mayo. La forma sexuada del cinípido, Dryophanta taschenbergii hembra, una vez fecundada, pone sus huevos en las hojas de los robles produciendo las agallas de verano, incubadoras de la forma asexuada.
Entre los productores más destacados de agallas en las plantas se encuentran:
Las especies mediterráneas de encino: Quercus infectoria de Asia Menor, Quercus lusitanica y Quercus faginea del Mediterráneo occidental, producen agallas esferoidales llamadas gallaritas en Castilla, por picaduras de himenópteros galígenos, Cynips galleae, en el cambium de los brotes jóvenes; en el comercio son usuales las agallas de Alepo, Basora, etc., que contienen de 60 a 70 % de ácido tánico, 3 % de ácido gálico y 2 % de ácido elágico, utilizadas como astringentes y hemostáticas. De ellas se obtiene ácido gálico (por hidrólisis del tánico), muy utilizado en la fabricación de muchos productos farmacéuticos, así como para la preparación de la tinta azul y/o negra.
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