La acumulación originaria, acumulación previa o acumulación primitiva es un concepto acuñado por Karl Marx en los capítulos XXIV y XXV del primer volumen de El Capital. (economía política y del propio capitalismo). Es una precondición de los procesos de acumulación del capital.
Marx dice que la acumulación primitiva significa la expropiación de los productores directos, y más específicamente, "el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador", permitiendo un elemento clave del capitalismo: "la explotación del trabajo formalmente libre de otros, es decir, el trabajo asalariado". El sentido de la acumulación primitiva es privatizar los medios de producción, de tal modo que sus propietarios puedan aprovecharse de la existencia de población sin medios que tiene que trabajar para ellos. Esa privatización afectó sobre todo a las grandes masas rurales, que eran expulsadas del campo y respondía a un programa político que se ha llamado individualismo agrario. La privatización destruía decenas de formas tradicionales de definir los derechos de acceso de la población a los medios de producción y los recursos naturales: vinculación de los siervos a la tierra, derechos comunales, derechos de compascuo, derechos de campo abierto y otros.
Marx acuñó la noción de "acumulación originaria" y usó ejemplos históricos para darle cuerpo, como forma de criticar lo que pensaba que eran mistificaciones ideológicas sobre los orígenes del capitalismo. Y escribió:
Frente a estos mitos de la economía política, Marx considera que lo que tiene que explicarse es cómo se establecieron históricamente las relaciones de producción capitalistas. Es decir, cómo los medios de producción se convirtieron en mercancías que se poseen y se pueden comprar y vender, y cómo es que los capitalistas pueden encontrar trabajadores en el mercado de trabajo desposeídos de medios de vida y, en esas condiciones, dispuestos a trabajar para ellos:
En la prehistoria del capitalismo, según Marx, se dieron dos procesos relativamente independientes que, al encontrarse, definieron el capitalismo.
Por una parte se formó un mercado cada vez más globalizado vinculado al crecimiento del comercio durante siglos, con florecimientos parciales en el Mediterráneo durante los siglos XIV y XV, y que quedó firmemente establecido a escala global en el siglo XVI, con la expansión imperial europea por todo el globo. En ese proceso se acumulaba dinero y este se reinvertía en aventuras comerciales, dando lugar a grandes fortunas y nuevos polos de poder financiero. Sin embargo, ese capitalismo comercial y financiero por sí mismo no cambiaba la forma general de las sociedades agrarias europeas. En este proceso, sus protagonistas actuaban siguiendo lo que Max Weber denominó el "espíritu del capitalismo" pero para Marx, así como para Weber, eso no generaba "sociedades capitalistas".
Por otro lado estaba la desvinculación del productor de los medios de producción, un proceso marcado por la violencia, la conquista, la piratería y el robo.Von Humboldt cuenta cómo una flota ballenera se acercó una isla del pacífico y ofreció contratos de trabajo a sus habitantes. Estos no mostraron interés, pues tenían sus propias formas de vida, ante lo que lo los balleneros asaltaron la isla, quemaron los almacenes de víveres y los bosques donde la población recogía libremente la fruta. Desprovistos de sus medios de subsistencia, los habitantes de la isla pasaron a ser voluntarios trabajadores asalariados para la flota ballenera.
En Europa, esa desvinculación significaba acabar con las formas tradicionales de uso colectivo de la tierra y los derechos de señoriales o feudales sobre la tierra o sus productos que protegían a una gran masa de campesinos europeos. En otros lugares podía tomar formas diversas, así,En El Capital, Marx utiliza dos ejemplos históricos, el caso británico entre el siglo XV y el siglo XIX, y las colonias británicas del siglo XIX.
En primer lugar, toma el "caso británico" como prototipo de la desposesión de derechos de los campesinos en Europa. Los siervos, al ser liberados de sus obligaciones feudales, también perdieron sus derechos a ocupar una parcela y cultivarla, pues esta pasó a ser propiedad privada del antiguo señor feudal. Además, pocos pero pequeños propietarios que dejaron de utilizar las tierras comunales de los municipios cuando estas se convirtieron en bienes privados, de modo que vieron disminuidos sus medios de vida y se vieron obligados a endeudarse y, a medio plazo, perder las pocas tierras que poseyesen.
Marx analiza la legislación que desde el siglo XV, gradualmente, permitió ese proceso de expropiación (hay que tener en cuenta que el parlamento británico representaba los intereses de los grandes propietarios agrarios). También da cuenta de las alarmas sociales generadas por las sucesivas "oleadas de población desposeída" que, impedida de ganarse la vida, pasaron a vagar por los caminos. La aparición de tantos hombres y mujeres sin recursos, pidiendo por los caminos y ciudades generó una red de "casas para pobres" (poorhouses) en las que se les recluía y se les obligaba a trabajar para tener derecho a la caridad pública. Esas instituciones, en las que se podía concentrar el trabajo forzado de centenares de personas sin cualificaciones artesanales, incluyendo niños, se transformaron en un modelo para la producción de bienes manufacturados en serie. Con el desarrollo de del capitalismo industrial, las fábricas de enrolamiento "libre" sustituirían a las casas para pobres.
En segundo lugar, Marx habla de la "colonización". Pero no para dar cuenta de la relación entre la metrópolis y las colonias, es decir del colonialismo o el imperialismo. Habla de lo que se podía ver en las colonias a mediados del siglo XIX como un ejemplo de lo que ya había pasado en Gran Bretaña, y en la mayor parte de Europa: la expropiación de la población. Y le da un sentido ontológico-geográfico: los obreros solo son obreros allí donde ya han sido expropiados de los medios de producción, cosa que no sucede en las colonias en la medida en que existan tierras vírgenes y no se ponga en vigor una legislación represiva que impida a la población apropiarse de ellas y cultivarlas de modo independiente. Por eso Marx cuenta la "anécdota de Mr. Peel" en las colonias del río Swan, que se llevó allí unos centenares de obreros empaquetados con familia y todo. Esperaba beneficiarse de tener una fábrica de textiles colocada cerca de donde se producían las materias primas, pero se encontró que esos obreros, llegados a tierras casi vírgenes, prefirieron convertirse todos en campesinos independientes: adentrarse en la selva, abrir un claro del terreno y cultivar por su cuenta. La existencia de tierras vírgenes (medios de producción a su libre disposición) hacía que dejasen de ser obreros, condición que solo portaban en Inglaterra, donde no tenían acceso a ningún medio de producción. Así, lo que Peel veía claro con las categorías de la economía política: que él poseía el dinero y las máquinas, que los obreros eran obreros y que estarían encantados de firmar los contratos de trabajo; lejos de Inglaterra se demostraba falso. Allí donde no existían las relaciones de producción capitalistas, es decir, allí donde los medios de producción no estaban monopolizados en las manos de una clase social restringida, los obreros no acudían voluntariamente a trabajar en su fábrica.
Ante estos casos, Marx muestra la abundante legislación en las colonias destinada a impedir que los indígenas y los emigrantes blancos se apropiasen libremente de tierras vírgenes. La economía de plantación esclavista, inexistente en Gran Bretaña, podía explicarse en Estados Unidos por la dificultad de tener trabajadores asalariados, pues todo hombre libre siempre podía preferir ir al oeste.
Es significativo comprobar la sensibilidad a los problemas de la acumulación originaria por parte de intereses manufactureros estadounidenses de la costa este desde finales del siglo XVIII, intereses que quisieron frenar la expansión al oeste. Su expresión clásica, el Informe sobre las Manufacturas de Alexander Hamilton (considerado uno de los padres del liberalismo clásico) solicitaba al Congreso encarecer el acceso a las tierras de frontera, establecer contratos de inmigración que obligasen a los europeos recién llegados a trabajar en las manufacturas (antítesis de la libre elección de profesión) y enrolar en las fábricas a personas sin derechos políticos: mujeres y niños. Sin embargo, las mayorías republicanas en el Congreso (frente a los federalistas de Hamilton), y después las demócratas, tuvieron en la conquista del Oeste el mito de la independencia individual y, a expensas del genocidio indígena, atrasaron la formación de una clase obrera estadounidense totalmente desposeída hasta finales del siglo XIX. Había trabajadores asalariados, pero con un alto poder de negociación en la medida en que siempre podían tener como opción "irse al oeste".
El economista y sociólogo Joseph Schumpeter planteó las razones de su desacuerdo con la explicación marxista del origen del capital, partiendo de las mismas premisas y enfocándose en su carácter autocontradictorio:
Schumpeter argumentó que el colonialismo no pudo ser un sistema de arranque necesario para el capitalismo, ya que el capitalista debió entonces disponer de un capital previo para lograr el poder social que lo transformara en colonialista. Tampoco el capitalismo podría haber sido necesario para fortalecer el colonialismo, ya que el colonialismo fue preexistente al capitalismo. Schumpeter considera que, sea cual sea la evidencia empírica acerca de la existencia del imperialismo, el comercio mundial capitalista, por principio, solo se pudo ampliar por razones pacíficas. Si el imperialismo se produjo, afirma Schumpeter, no tuvo nada que ver con la "naturaleza intrínseca del capitalismo" o con la "expansión del mercado capitalista". La distinción entre Schumpeter y Marx aquí es sutil pero crucial. Marx afirmó que el capitalismo requiere de la violencia y el imperialismo, en primer lugar para poner en marcha el capitalismo con un botín inicial y para desposeer a una población que así podría ser inducida a entrar en las relaciones capitalistas en condición de obreros, y, a continuación, como una forma para superar los mortales contradicciones generadas dentro de las relaciones capitalistas a lo largo del tiempo.
Schumpeter señala entonces que esta "acumulación" creadora de la burguesía capitalista presupone a su vez a la burguesía como sujeto y objeto del proceso. Luego, si el capital fue el sujeto de la supuesta expropiación, la nobleza feudal debió transformarse espontáneamente en otra clase productora de mercancías agrarias y luego acometer la expropiación de trabajadores propietarios no mercantiles, lo cual contradice no solo la teoría marxista sino la historia siendo que los cercamientos solo convirtieron a los señores en propietarios completos de la tierra en tanto los campesinos en arrendatarios de aquellos a la vez que propietarios completos de su producción. En cuanto al capital como objeto, si se presupone que preexistía una burguesía capitalista urbana que habría hecho posible el consumo de la nueva producción mercantil, no hay forma de explicar cómo este capital inicial se originó salvo apelando a nociones que el mismo Marx había desechado al inicio de su obra (el "intercambio desigual", el crédito usurario, etc.) ya que se encuentran fuera de la esfera de la producción y dentro de la esfera de la circulación, por lo cual su misma aceptación entra en contradicción con la supuesta necesidad del capital de la apropiación permanente de trabajo asalariado para poder existir, y por ende con la misma necesidad de una separación entre trabajo y capital para la obtención de plusvalía, lo cual socava el basamento de toda la teoría que hizo necesaria la hipótesis de una acumulación "originaria".
Schumpeter argumentaba, en cambio, que el imperialismo moderno, como tantas otras formas de apropiación violenta, es en general e históricamente un hecho previo al capitalismo, y en particular un impulso atávico que persigue el Estado absolutista en forma independiente de los intereses económicos de la clase dominante en la sociedad burguesa:
Para Schumpeter, así como para otros autores como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, la necesidad de vender el propio trabajo no deriva de la pobreza del obrero sino, por el contrario, de la demanda de mano de obra en una producción a gran escala que hace usualmente más productiva la paga de trabajo asalariado respecto a la creación de empresas de trabajadores capitalistas asociados o de cooperativas obreras, cuestión que sería señalada por el economista keynesiano James Meade por la cual la fragmentación de la economía en empresas manejadas por los trabajadores implica el sacrificio de importantes economías de escala así como en eficiencia y plasticidad para la reutilización del capital, lo cual ya Max Weber había descrito en una de sus críticas al marxismo:
Por tanto el binomio capital-trabajo no es un fenómeno retroalimentado que habría surgido entre unos primeros productores diligentes y otros holgazanes, que sería para estos autores el "hombre de paja" que Marx habría hecho de la interpretación liberal de la historia del capitalismo moderno, sino el fruto constante de un proceso diariamente regenerado, que a inicios de la Revolución Industrial tomó la forma de un éxodo de trabajadores a las ciudades que no fue consecuencia del capital sino causa del mismo, y que se regenera actualmente del nuevo capital producto de la actividad empresaria y no de su mera acumulación:
El problema del ahorro en el modelo marxiano lleva entonces a Schumpeter a observar el segundo paso necesario de la argumentación que es la acumulación originaria o "primitiva":
La única manera correcta de expresar la situación, afirma Schumpeter, es diciendo que, desde un punto de vista marxista, no hay explicación satisfactoria, sin que para obtenerla es preciso acudir a elementos extraños a Marx que sugieren conclusiones no marxistas, ya que incluso en el caso de la acumulación de capital comercial por robo “la explicación de Marx es inadecuada, porque, en última instancia, el robo afortunado ha de basarse en la superioridad personal del que roba” y admitirlo insinúa una teoría muy diferente de la estratificación social:
Disponemos [...] de un considerable cúmulo de historiales sobre familias industriales, intelectuales e incluso obreras. Se ha comenzado a preparar colecciones de historiales familiares, entre los cuales destaca la realizada por el profesor Haensels (Moscú), que supera el millar de casos. La descripción que resulta es acorde con el dicho americano: "Tres generaciones separan a un descamisado de otro descamisado". En grado aún superior respalda nuestra tesis de que el contenido de toda clase "superior" no se modifica meramente, sino que se forma actualmente por la elevación y decadencia de familias concretas; e igualmente, que la demostrable transgresión de las barreras de una clase no es la excepción sino la regla invariable en la vida de toda familia perteneciente a una "clase superior", y, a pesar de ciertas variaciones de detalle, no es probable que nos encontremos con grandes sorpresas.
Schumpeter finaliza buscando motivaciones ideológicas en el tratamiento que sobre el tópico han realizado los historiadores socialistas; para el autor no sería superfluo "considerar el papel que esta teoría [de la acumulación originaria] desempeña dentro de la construcción de Marx y preguntarnos a qué intención analítica —en oposición a su uso como instrumento para el agitador— trataba de servir".
Marx mismo, en cierta medida, expresó sus dudas sobre la veracidad de su teoría de la acumulación primitiva, cuando describe en el capítulo 25 de El capital el desarrollo del capitalismo en América del Norte. Citó a Wakefield contemporáneamente, quejándose de que los agricultores estadounidenses tendieran a poblar el terreno en lugar de forzar el precio del mismo y convertir a los agricultores en obreros asalariados –es decir, que los apropiadores privados no utilizaban los "métodos de la acumulación primitiva" descritos por Marx–. Como resultado, los EE. UU. habían creado un entorno a la vez privado y burgués pero completamente inadecuado para la creación de capitalistas que dependieran del trabajo asalariado. El salario de los obreros americanos era más alto que el de los obreros de Europa occidental, y los empresarios se quejaban de "su falta de dependencia" para con el capital ajeno. Adicionalmente, muchas veces los propios trabajadores se convertían en empresarios o agricultores. Y sin embargo, a pesar de la falta de "métodos de acumulación primitiva", y a pesar de la supuesta "plaga anticapitalista", que, según Marx, infectaba a la población norteamericana, fue allí donde la producción capitalista se desarrolló más rápidamente.
En Australia se daba la situación opuesta. Allí el gobierno británico obligó a los trabajadores inmigrantes durante muchos años a trabajar por salarios bajos en hospedajes hasta los últimos días de su vida para conseguir un pedazo de tierra de por sí muy costoso. Esto facilitaba su transformación en trabajadores asalariados y les impedía convertirse en agricultores. Pero este "método de la acumulación primitiva" no contribuyó al desarrollo capitalista de Australia ni de otras colonias británicas. "Es muy característico, –escribe Marx - que el gobierno británico en los últimos años llevara a cabo este método de ‘acumulación primitiva’, recomendado por el señor Wakefield específicamente para su uso en las colonias. El fracaso era tan vergonzoso como el fracaso de la Ley bancaria de Peel. La única consecuencia fue que el flujo de emigrados de las colonias británicas fuera rechazado por los Estados Unidos [...]. La producción capitalista se desarrolló en Estados Unidos a pasos agigantados, mientras que aquí en Australia solo perduró el estancamiento, el desempleo y una prostitución creciente".
Las contradicciones entre estos patrones descubiertos por Marx fuera de Europa y los que se han descrito para la mayor parte de Europa, no impidieron que la teoría de la acumulación primitiva se esparciera y terminara siendo reconocida como una verdad oficial un siglo después de la publicación de El capital fue reconocido en el mundo científico y que se encontraran pocas voces para cuestionarla.
Sin embargo, de 1960 a 1970, las teorías de Marx comenzarían a ser criticadas por un grupo de economistas e historiadores que conducirían un concienzudo estudio del proceso de industrialización en Europa Occidental desde los siglos XVII a XIX. Según el historiador francés Jean-François Bergier, sus hallazgos refutan la teoría marxista de la acumulación primitiva. Ellos se reducen al hecho de que, en primer lugar, la disponibilidad de capital no juega un rol importante sino menor en la industrialización y, en segundo lugar, que la vasta mayoría en el papel de capitalistas industriales no fueron los que enriquecieron como resultado de "métodos de la acumulación primitiva" sino desde la clase media. Así es como el historiador formula esta última conclusión, en general, para la industrialización de Europa occidental:
La misma opinión fue expresada por el famoso historiador inglés Christopher Hill, refiriéndose a la investigación del proceso de industrialización de Inglaterra:
En la primera etapa de la industrialización británica, indica el historiador, la mayoría de los empresarios eran agricultores, pero también había representantes de otros grupos sociales: comerciantes, terratenientes, comunidades protestantes.
En lo que concierne al capital acumulado en el curso de la "acumulación primitiva", la opinión de muchos historiadores modernos no coincide con la opinión de Marx. Hill escribe en relación a Inglaterra que no hay casi ninguna evidencia de que los fondos del "saqueo de la India", que habría comenzó en la década de 1760, pudiera haber ser invertido en la industria: la mayor parte de ella se gastó en el mantenimiento del elegante estilo de vida colonial de Nabab y en los sobornos con el fin de adquirir inmunidad política.
Además, hasta la década de 1760, Inglaterra apenas recurrió al "saqueo colonial" como "método de acumulación originaria" en el sentido descrito por Marx. Todas sus colonias se limitaron esencialmente a unas pocas áreas de América Central y América del Norte, en las que no prevaleció el "robo colonial" sino el desarrollo de los colonos territoriales. En comparación con los portugueses, los holandeses y los franceses la presión fiscal era relativamente pequeña así como su participación en el comercio mundial de esclavos. Dos de las primeras colonias inglesas importantes en África (Senegal y Goreyu) rechazaron a Francia durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), y fue solo a partir de este momento que surgió una verdadera participación a gran escala en el comercio de esclavos. Mientras tanto, la aceleración del crecimiento industrial en Inglaterra comenzó en tempranamente en el siglo XVIII. Esto es, casi un siglo antes del "saqueo colonial".No muchos historiadores modernos están de acuerdo con la tesis de Marx sobre la pauperización de la población en el siglo XVIII durante la industrialización rusa. Por ejemplo, apuntan al hecho de que el salario real promedio en Inglaterra ya en el período de 1721-1745 se había incrementado un 35% en comparación con el de mediados del siglo XVII, y que continuó creciendo en el futuro, mientras que en el medio siglo anterior había caído dos veces.
Por lo tanto, el proceso de pauperización de la población de Inglaterra se confina principalmente a los siglos XVI a XVII, cuando la industria todavía había evolucionado muy poco.La mayor parte de los actuales historiadores argumentan en contra de la tesis de las expropiaciones violentas de los campesinos ingleses de sus tierras y su reflujo hacia la ciudad, señalando que las leyes del siglo XVIII, hasta cierto punto, protegía sus intereses, y que de acuerdo a estas nadie por la fuerza podía quitarles sus posesiones personales y la unidad de su propio hogar. El desplazamiento de campesinos de sus parcelas se llevó a cabo no en la forma de expropiación o robo, sino por el uso de métodos económicos. En las villas surgió un rápido desarrollo de economías capitalistas, creando una enorme competencia para los campesinos individuales que no tenían oportunidad de introducir métodos de cultivo avanzados y que ya habían reorientado su producción para el mercado. Por lo tanto, para los agricultores fue más rentable vender sus tierras y convertirse en trabajadores asalariados, cuyo nivel de vida les resultaba más alto frente a la situación presente que además implicaba el riesgo casi certero de perder todas sus propiedades que ya no les servía como forma autónoma de subsistencia en una situación de individualización de las tierras de cultivo
Esto no quiere decir que los campesinos no hubieran terminado viviendo el proceso de industrialización capitalista como un “dilema del prisionero” con un grave sufrimiento a posteriori, pero el sufrimiento no estaba asociado con el empobrecimiento artificial ni con la violencia, sino sobre los ya frágiles cimientos de sus medios de subsistencia y la propensión generalizada al cambio en el estilo de vida.En los escritos de algunos historiadores, que, junto con Hill y Bergier, también se puede encontrar a Charles Wilson e Immanuel Wallerstein se fue elaborado una visión alternativa de las causas de la Revolución Industrial coincidente con la de Schumpeter, aunque no fueran propiamente liberales en su visión del desarrollo capitalista. Según sus conclusiones, la rápida industrialización de Inglaterra y varios países de Europa central (Prusia, los principados alemanes, Austria, Suecia) en el período comprendido entre finales del siglo XVII hasta el principio o mediados del siglo XIX, se produjo como consecuencia de la nueva mecánica económica establecida en estos países después de la guerra de los Treinta Años, 1618-1648, y en Inglaterra después de la Revolución Gloriosa de 1688. Central a este mecanismo fue el mercantilismo y el proteccionismo. Según estos historiadores y al contrario que Marx, el sistema proteccionista no fue dirigido tanto para servir a los intereses del gran capital o el comercio en su conjunto sobre el desarrollo de la industria nacional y su agricultura o para aumentar el empleo; a la inversa fue este sistema el que proporcionó el desarrollo de la industria británica, en contra de la competencia de los más fuertes, mientras que la industria holandesa posibilitó el desarrollo industrial de Prusia, Austria y Suecia. La misma razón llevó a la revolución agraria británica.
Otro elemento nuevo que surgió en este período, fue la lucha contra los monopolios y garantizar una genuina libertad de empresa.
Finalmente, el tercer elemento de este nuevo período, que según muchos historiadores era un contrato social entre las empresas y la sociedad, para asegurarse de que estas adhirieran a un cierto "código de honor" y que no se aplicarán mutuamente ninguna forma de expropiación, robo u otros métodos que pudieran interpretarse como de acumulación primitiva o expropiación revolucionaria. Por la misma razón, de acuerdo con este punto de vista, se puede explicar el éxito de la industrialización norteamericana en el siglo XIX. La suma de estos puntos de vista casi contradice toda la teoría de la acumulación primitiva. Como han señalado incluso sus partidarios, Alemania, Estados Unidos, Austria e Inglaterra en el momento de su avance en el campo de la industrialización en los siglos XVIII-XIX, no estaban dedicadas a "robar a las colonias", y aquellos países que sí lo habían hecho (España, Portugal, Holanda, Francia), en contra de la teoría de la acumulación primitiva, crearon situaciones de crisis o declive prolongado y no tuvieron una propia revolución industrial, a pesar del enorme capital acumulado como resultado de la trata de esclavos y la expansión colonial, cuestiones que Marx describió como "robar a la gente" y que continúa en el segundo grupo durante los siglos XVIII-XIX. Sin embargo esto no contribuyó a la industrialización, ya que redujo el número de consumidores dispuestos a pagar por los bienes manufacturados. Por el contrario, la rápida industrialización ayudó a lanzar al inglés medio en el siglo XVIII a un crecimiento de los salarios en Inglaterra, y la rápida puesta en marcha de la industrialización de América en el siglo XIX llevó a un alto nivel de los salarios en los Estados Unidos. Fue esto lo que creara la demanda de consumo de masas necesaria para la producción en masas de bienes industriales y el consecuente desarrollo industrial.
En El capitalismo y los historiadores, el economista Friedrich A. Hayek junto a historiadores económicos como T.S. Ashton y Louis Hacker, propone una relectura no-marxista y liberal de la historia del desarrollo posterior del capitalismo, en particular la Revolución industrial. Otro ejemplo importante de la influencia neoliberal en el debate es el del institucionalista Douglass North cuyo estudio clásico El nacimiento del mundo occidental, que cubre el período entre los años 900 y 1700, ha sido tenido muy en cuenta entre los historiadores marxistas a pesar de que parte de un análisis basado en el economicismo neoclásico:
Al trabajo de North debe agregarse el del economista Oliver E. Williamson en sus múltiples trabajos sobre la estructura de las instituciones en los mercados capitalistas. El problema también sería abordado y desarrollado por sociólogos contemporáneos deudores del institucionalismo, como Jean Baechler y Simon Kuznets, entre otros.
Para el marxismo los procesos de expropiación propios de la acumulación originaria han formado parte de la acumulación y expansión transnacional del capital durante los dos últimos siglos. Desde este punto de vista puede considerarse que el proceso de desposesión generalizada de medios de producción está prácticamente consumado. El desempleo y los grandes flujos migratorios en la actualidad muestran que la condición de los expropiados de medios de producción sigue marcando a la sociedad capitalista. Por otra parte, propuestas políticas reformistas como la creación de un salario universal de ciudadanía, o renta básica que desvincule el derecho a tener acceso a medios de vida de la obligación de trabajar para otro, interpelan a esa condición de expropiado y revierten, en una escala de gestión social de la riqueza, la expropiación.
Los críticos pueden argumentar que ese salario universal solo es técnicamente posible en las sociedades ricas y que la riqueza de esas sociedades se basa en la explotación del tercer mundo. Contra esta última tesis se levanta la réplica de Peter Bauer en su Crítica de la teoría del desarrollo donde objeta las diferentes teorías acerca del colonialismo económico y el círculo vicioso de la pobreza, y plantea que tiene más sentido decir que el capital es creado durante el proceso de desarrollo que afirmar que el desarrollo es una función del capital.
El economista austríaco Ludwig von Mises en su obra El socialismo: análisis económico y sociológico ya había planteado que la concentración del capital sucedió no por una expoliación originaria sino por la falta de competitividad de la mayoría de casi todos los capitales de las industrias diversificadas o en manos de quienes las trabajan, llevando así, en una tendencia connatural a la economía de mercado, a la ruptura del trabajador individual independiente en capitalistas y asalariados; tendencia que, a la inversa, el mercado revierte en el caso del comercio y ciertas industrias específicas cuya productividad es mayor en unidades pequeñas (por esto es que uno de los principales adversarios del autor, Karl Polanyi, haría énfasis en la crítica al liberalismo y a su imposición coercitiva, previa al capitalismo, del derecho burgués, de la realidad insegura de la libertad y la propiedad individual). En consecuencia, concluye Mises, la concentración del capital hubiera ocurrido sin "expropiación originaria", y si esta concentración no hubiera sido eficiente en el mercado se habría disuelto a pesar de la "expropiación originaria", por lo cual no tiene caso rastrear los orígenes de la propiedad sino establecer su capacidad presente en desarrollar la adecuada asignación de la producción. Si para el marxismo la pequeña burguesía con su capital disperso en mayores manos está destinada a desaparecer por su ineficiencia tecnológica frente a un gran capital concentrado (que requiere eficiencia independientemente de su origen y cuya concentración no solo debe ser física sino económica: en pocas manos desligadas de cualquier statu quo gremial o cooperativo de los trabajadores existentes en cada instalación), entonces no debería hacerse diferencia a la hora de explicar la proletarización del campesinado recurriendo a una expropiación extraeconómica originaria, cuya existencia empírica ha sido a su vez puesta en duda por diferentes historiadores y economistas (algunos de ellos sus sucesores) en la obra compilatoria El capitalismo y los historiadores.
Rivera Vicencio, E. (2018) ‘Conformation of the primitive accumulation and capitalist spirit. Theory of corporate governmentality’, Int. J.Critical Accounting, Vol. 10, No. 5, pp.394–425 https://www.inderscienceonline.com/doi/pdf/10.1504/IJCA.2018.096783
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