Acteón (en griego antiguo Άκταίων Aktaiôn) era, en la mitología griega, un célebre cazador iniciado en este arte por el centauro Quirón, también maestro de Aquiles. Hijo de Aristeo y Autónoe de Beocia, sufrió la ira de Artemisa (Diana, en el caso de la romanización de la leyenda, según, por ejemplo, la versión de Ovidio). La historia también es narrada por Higino, Pausanias, Euripides, Calímaco y Esquilo, entre otros autores clásicos.
Artemisa, consagrada a la castidad, estaba bañándose desnuda en los bosques cercanos a la ciudad beocia de Orcómeno, cuando Acteón la encontró casualmente. Se detuvo y se quedó mirándola, fascinado por su belleza enajenante. Como castigo, Artemisa lo transformó en un ciervo por la profanación de ver su desnudez y sus virginales misterios, y envió a los propios sabuesos de Acteón, cincuenta, a que lo mataran. Estos lo hicieron pedazos y devoraron sus carnes, para después buscar a su amo por el bosque, sollozando. Entonces, encontraron al centauro Quirón, quien, para consolarlos, construyó una estatua de su difunto dueño. Según cuenta Ovidio en Las metamorfosis (libro III, 151-252), la diosa estaba acompañada de su séquito de ninfas. En otra versión de la leyenda, Acteón alardeó de ser mejor cazador que Artemisa, por lo que ésta lo transformó en un venado que fue devorado por sus propios perros de caza. Existen paralelismos entre la historia de Acteón y la ceguera de Tiresias, que perdió la vista como castigo por ver desnuda a Atenea, y entre Acteón y el mito caldeo y fenicio de Aqht y la diosa Anat.
"El color que suelen tener las nubes cuando las hiere el sol de frente, o la aurora arrebolada, es el que tenía Diana al sentirse vista sin ropa. Aunque a su alrededor se apiñaba la multitud de sus compañeras, todavía se apartó ella a un lado, volvió atrás la cabeza, y como hubiera querido tener a mano sus flechas, echó mano a lo que tenía, el agua, regó con ella el rostro del hombre, y derramando sobre sus cabellos el líquido vengador, pronunció además estas palabras que anunciaban la inminente catástrofe: Ahora te está permitido contar que me has visto desnuda, si es que puedes contarlo", Las metamorfosis, Ovidio.
Se conserva una crátera del siglo V a. C. (aproximadamente hacia el 460 a. C.), que recibe el nombre de Artemisa matando a Acteón. El Museo Británico guarda relieves helénicos de mármol sobre el mito. En 1684, Marc-Antoine Charpentier musicalizó una tragedia lírica que tituló Acteón.
El antiguo Diodoro Sículo escribió variaciones de la historia. También fue representado por numerosos pintores muy posteriores, como Tiziano, Nicolás Poussin, Parmigianino, Veronese, Rembrandt, Annibale Carracci o Delacroix.
En su obra El ser y la nada, Jean Paul Sartre establece lo que llama complejo de Acteón, que define como el orden fisiológico y psicosexual (la mirada curiosa y lasciva) cuya sublimación desencadena el estímulo de toda búsqueda. En este sentido, advierte que el investigador es el cazador que sorprende una desnudez pasiva y la viola con su mirada. Así, el conjunto de estas imágenes revela la idea de la caza como símbolo de apropiación, así como el deseo sexual mismo, quizá más primitivo todavía, pues se caza para comer, para poseer. La curiosidad, en el animal, es siempre sexual o alimentaria. La curiosidad por necesidad lleva al conocimiento. Conocer es comer con los ojos.
El escritor polaco nacionalizado en Francia, Pierre Klossowski publicó en 1956 una breve novela llamada El baño de Diana, en la que reflexiona sobre la leyenda.
El dramaturgo barroco Antonio Mira de Amescua compuso sobre el mito su poema en cincuenta y ocho octavas reales Fábula de Acteón y Diana, y ya en el siglo XVIII José Antonio Porcel y Salablanca su fábula burlesca Acteón y Diana. Por otro lado, José Luis Sampedro en su novela El caballo desnudo introdujo el mito de Acteón en la trama de su comedia.
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