El Monasterio de San Pedro de Eslonza es un antiguo cenobio benedictino sito en las cercanías de Santa Olaja de Eslonza (al otro lado del río de Eslonza que el pueblo), en la provincia de León (Castilla y León, España). Reducido hoy a una completa ruina, fue en su momento el segundo monasterio más importante de la provincia, después del de San Benito de Sahagún. En sus cercanías se localizan otros tres notables monasterios: San Miguel de Escalada, Santa María de Gradefes y Santa María de Sandoval.
Su exacto emplazamiento es la alfoz de León, término concejil de Santa Olaja de Eslonza, en el municipio de Gradefes, a 22 kilómetros de la ciudad de León, entre los ríos Esla y Porma. Así sitúa Don Aurelio Calvo el que fuera magnífico monasterio de la Orden de San Benito. Fundado en el año 912 por el rey García I de León, teniendo como cimientos el habitáculo de una ermita dedicada al mártir San Vicente Levita y destruido por Almanzor en 988, fue reedificado por la infanta Urraca de Zamora, hija de Fernando I el Magno, en el año 1099. Urraca, daría al monasterio de Eslonza numerosas donaciones. La primera advocación del cenobio, dedicado a Santa Eulalia y a San Vicente Levita, fue cambiada por la de San Pedro apóstol y San Pablo.
La vida del cenobio transcurrió sin mayores contratiempos. En el siglo XVI se emprendió una reforma del edificio monacal, al hallarse en ruinoso estado. La nueva fábrica dotó al convento de tres portadas renacentistas y un amplio claustro, participando en la construcción Juan de Badajoz y fray Pedro Marinez, monje del burgalés Monasterio de San Pedro de Cardeña. La gran fachada principal se levantó en estilo barroco. Albergaba en sus hornacinas inferiores imágenes de San Adrián y Santa Natalia, y en las superiores de San Bernardo y San Benito en torno a una imagen de San Pedro portando libro y llaves celestiales. Salvo esta última (hoy en la torre de la iglesia de Villanueva del Condado, “condenada” a mirar de forma permanente el tejado de la propia iglesia) todas las imágenes están desaparecidas y las hornacinas de la fachada vacías. Durarían estas obras hasta el siglo XVIII.
Cabe citar la presencia en el Monasterio de dos de los ilustrados españoles más famosos, Gaspar Melchor de Jovellanos y el Padre Benito Jerónimo Feijoo. Jovellanos ejercería durante algún tiempo cargo de pasante en San Pedro de Eslonza.
La desamortización de Mendizábal del año 1836 asestó un duro golpe a la vida del Monasterio de Eslonza. Vendido en pública subasta por 40.000 reales, fue pasando de mano en mano y vendido pieza a pieza, sufriendo saqueos constantes y la pérdida de su patrimonio artístico. Esta aniquiladora ruina no se vio afectada por la declaración en 1931 como Monumento Histórico-Artístico Nacional.
Entrado el S. XX y a consecuencia de todo lo anterior el monasterio presenta un estado de conservación que hace necesaria una intervención, por lo menos para preservar lo que de él quedaba, la ejecución de una cubierta hubiera servido para dicho fin (parece ser que la Diputación Provincial llegó a barajar este emplazamiento como centro siquiátrico provincial), como dicha intervención nunca llegó a producirse, (hay que contextualizar los hechos en la España de la posguerra, donde lo que predominaban eran las penurias derivadas de la destrucción ocasionada por tres interminables años de Guerra Civil) el Obispado de León, siendo Obispo Luis Almarcha Hernández, adquiere los restos que quedaban -nunca se sabrá si la totalidad de los restos arquitectónicos y demás objetos o una parte de ellos- e ignorando la declaración como Monumento Histórico Artístico del año 1931, son desmontados los mismos para formar parte de la Iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva en construcción en la capital. Las portadas del Monasterio de Eslonza y otros elementos fueron integrados en la nueva construcción. La advocación del nuevo templo aunaría la de San Juan por la vieja iglesia parroquial situada en Renueva y de San Pedro por el antiguo cenobio benedictino de Eslonza.
La gestión de todo el proceso de desmontaje-catalogación-inventario-destino de lo inventariado está lleno de claroscuros, del destino de numerosas piezas de gran valor jamás se volvió a tener noticia alguna, no es cuestión de reflejar aquí la rumorología popular acallada en su momento por el temor propio de la España de posguerra. Los objetos de culto se desperdigaron por los pueblos de la zona. Han de resaltarse cuadros de discípulos de Velázquez y mobiliario sacro como retablos, el púlpito, la sillería del coro, etc, además del reloj y las campanas de la torre. El retablo mayor, el reloj, las campanas, el púlpito y el coro se encuentran en el pueblo de Villamañán, donde pueden ser contemplados. También, varias bases de columnas, de piedra labrada, dispuestas en uno de los soportales de la Plaza Mayor del pueblo, y que fueron recientemente sepultadas bajo cemento durante la reforma de aquella antes de ser salvadas gracias a la denuncia interpuesta por un vecino ante la comisión provincial de patrimonio. Una de las basas resultó dañada por un martillo neumático.
Digna de mención es el arca de plata que contiene las reliquias de San Adrián y de su esposa Santa Natalia. Mide 40 centímetros y es de madera forrada por una chapa fuerte de plata cincelada en la que se representan escenas de la vida de los santos mártires. Se encuentra actualmente en el monasterio de las Carvajalas de León.
En la actualidad, el Ministerio de Cultura de España sigue considerando los escasos vestigios monacales in situ Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento. La última página de la historia de este cenobio leonés es la cesión de los restos que aún se conservan por parte de sus propietarios, los herederos de la familia asturiana Álvarez-Estrada, al Ayuntamiento de Gradefes, quién con la aportación de diversas instituciones ha procedido a su vallado y colocación de un cartel explicativo, en una fase posterior es intención del Ayuntamiento acometer la musealización de sus restos para hacerlos visitables y la realización de un estudio de la planometría del templo y otro de su historia. Todos estos datos, junto a las fotografías antiguas del edificio, cedidas por la familia, y algunos de los objetos de culto que se logren recuperar, ya que muchos de ellos están desperdigados por muchos pueblos de la zona, se recopilarían en un centro de interpretación.
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